Hillary Clinton, junto a su esposo, el ex presidente Bill Clinton, habla en el hotel New Yorker, en Nueva York, el miércoles, tras su derrota en las elecciones frente al candidato republicano Donald Trump. Andrew Harrer Via Bloomberg
Dora Amador
Las copas de champán se elevaron en un brindis lleno de jolgorio ruso en un festejo en el Kremlin por el triunfo de Donald Trump. Vladimir Putin le envió un telegrama a Trump en el que expresaba “la esperanza de realizar esfuerzos conjuntos para que los lazos entre Estados Unidos y Rusia se renovaran, y salieran de la crisis, resolver asuntos internacionales clave y hallar respuestas efectivas a los retos de la seguridad nacional”. En un discurso ante la Duma ese día, Putin dijo que quiere restablecer relaciones completas a raíz de la victoria presidencial de Donald Trump. “Como repetidamente he dicho, no es nuestra culpa que Rusia y Estados Unidos estén en este estado”, dijo. “Rusia está lista para establecer esas relaciones íntegras que deseamos. Repito que entendemos que esto será difícil, pero estamos listos para desempeñar nuestro papel en este esfuerzo”. Putin fue uno de los primeros líderes mundiales en felicitar a Trump.
El Washington Post publicó este jueves que funcionarios del gobierno ruso mantuvieron contactos con miembros del equipo de campaña de Donald Trump, según un diplomático ruso en una revelación que podría reabrir el escrutinio sobre el papel del Kremlin en la amarga carrera del presidente electo contra Hillary Clinton.
¿Qué papel desempeñó la Agencia de Servicio Secreto, la CIA o el FBI en esto? A lo mejor, según ellos, a Estados Unidos le conviene un presidente que reanude relaciones con Rusia para darle fin a la peligrosa Guerra Fría que ya comenzó.
El asesor de Putin, Sergei Glaziev, llegó a sugerir que la victoria de Trump salvó al mundo de la Tercera Guerra Mundial. “Los estadounidenses tenían dos opciones: la Tercera Guerra Mundial o la paz multilateral. Clinton era un símbolo de la guerra, y Trump tiene la oportunidad de cambiar este curso”. Vyacheslav Volodin, un ayudante de Putin, expresó su entusiasmo con Trump también. Afirmó que con “el fin de la administración Obama habrá un fin a los problemas que causó entre el Kremlin y Washington, incluyendo las sanciones” [por causa de los bombardeos en Siria].
¿Por qué el director del FBI, James Comey, se negó a investigar la intervención de Rusia en las elecciones de Estados Unidos para que saliera presidente Donald Trump, y solo indagó el hackeo realizado por Julian Assange en los emails de John Podesta y de Hillary Clinton mientras esta era secretaria de Estado? ¿Por qué su departamento no lo hizo, ni jamás la prensa dio a conocer, las revelaciones de Kurt Eichenwald en Newsweek sobre la Organización Trump, sus millonarios negocios y vínculos internacionales, incluidos con la mafia y las élites rusas? Nunca se tocó el tema de los emails que las compañías de Trump desaparecieron desafiando las órdenes judiciales, que lo implicaban en verdaderos crímenes. Esos sí son emails altamente comprometedores. (Ver Trump’s Missing Emails, de Kurt Eichenwald, Newsweek, 11 de noviembre de 2016),
La reapertura de la investigación de los emails de Clinton, anunciada por James Comey 11 días antes de las elecciones y concluida dos días antes, influyó en el resultado de las elecciones. En los análisis llevados a cabo esta semana, se supo que miles de votantes demócratas clasificados como posibles votantes en 2016, no fueron a votar.
Pero a Comey no le bastó con levantar nuevas “dudas” sobre la ex secretaria de Estado, de antemano le pasó información de lo que iba a hacer a Rudolph Giuliani, quien a su vez riendo comentó –lo vi, lo escuché yo– que “esperaran la bomba que dentro de unos días” estallaría exponiendo los “crímenes” de Hillary Clinton.
Cito del artículo Una tragedia americana, de David Remnick, publicado en la revista The New Yorker de esta semana: “La elección de Donald Trump a la presidencia no es otra cosa que una tragedia para la república americana, una tragedia para la Constitución y un triunfo para las fuerzas nacionales e internacionales del nativismo, autoritarismo, misoginia y racismo. La chocante victoria de Trump, su ascensión a la presidencia, es un suceso asqueroso en la historia de Estados Unidos y de la democracia liberal. El 20 de enero de 2017, nos despediremos del primer Presidente afroamericano –un hombre de integridad, dignidad y espíritu generoso– y seremos testigos de la inauguración de un impostor que hizo poco para rechazar el respaldo de las fuerzas de la xenofobia y la supremacía blanca. Es imposible reaccionar a este momento con nada menos que repugnancia y una profunda ansiedad”. A lo mejor el resultado de las elecciones fue la venganza de los blancos por haber tenido un presidente negro.
Pero para mí, lo más escalofriante es que a decenas de millones de ciudadanos no les importó votar, a sabiendas, por un hombre que se jacta de atacar sexualmente a las mujeres “agarrándolas” por los genitales; que se negó a enseñar su contribución de impuestos; un hombre que engañó y desfalcó a sus clientes, inversionistas y contratistas; un ser humano carente de valores, cuyas expresiones y comportamientos reflejan cualidades repulsivas: codicioso, mentiroso, egoísta e intolerante, entre otras.
Hillary Clinton tuvo razón al llamarle deplorables a sus seguidores. Son muchos de estos los que pasaron por alto la ruindad de su carácter y admiraron al “hombre de éxito”, al millonario, al macho que al fin y al cabo sería mejor presidente que una mujer. El machismo y la misoginia están más vivos de lo que creíamos.
Pero hay demasiadas contradicciones y especulaciones sospechosas como para que organizaciones independientes abran una investigación sobre estas históricas elecciones que, me temo, marcarán el fin de la democracia en Estados Unidos.