Maya

Maya Angelou: "No existe mayor agonía que soportar una historia no contada dentro de ti".
Maya Angelou: «No existe mayor agonía que soportar una historia no contada dentro de ti».

 

Me hubiera gustado tanto conocerte personalmente y abrazarte y decirte muchas cosas. Mi gratitud antes que todo porque tu vida y tu actitud ante ella, la de una niña negra despreciada, marginada, habitante del sur profundo racista y segregado, que me enseñó a mí y a toda una generación de amantes de la literatura y en especial de ese maravilloso género literario que tú engrandeciste: rescatar la memoria de lo vivido, para narrar en prosa retrospectiva, poética, la historia de tu vida. “Si crecer es doloroso para una niña negra en el sur, tener conciencia de su desplazamiento interior es el óxido en la navaja que amenaza su garganta”, expresas en el primer volumen sobre tu infancia de tu fabulosa autobiografía “Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado”.

Es la urgente necesidad del descubrimiento del yo a medida que se escribe. Mi admiración, mujer, es grande, tanta como mi fascinación cada vez que veía tu rostro y tu sonrisa o tu mueca inconfundibles, chocante y hermosa, del hondo dolor vivido a través de una vida llena de desdichas, como no se lo he visto a nadie. Tu cara era tu poesía.

Maya Angelou, tú dignificaste y engrandeciste ese género tan discutido y estudiado: ¿Una autobiografía es lo mismo que unas memorias? ¿Es en sí un género de la literatura, como el teatro, la poesía, el ensayo, la novela, el cuento, la épica? ¿Qué es eso de hacerse uno personaje central de una obra literaria? ¿Es un pacto con la verdad o hay algo de ficción en esa vida narrada? Allá los críticos, allá los académicos, Maya.

 

La niña Maya
La niña Maya

 

Una niña violada a los siete años por el novio de su madre, que creció dando tumbos, viviendo con su abuela en un mundo de fieras, una adolescente que súbitamente se ve a sí misma a los 16 años convertida en una madre soltera, que tuvo que ganarse la vida como pudiera, de cocinera a conductora de trenes –la primera mujer en serlo– , de prostituta a proxeneta. Maya, ¿cómo escribirías cada palabra de esa autobiografía de seis volúmenes? Con sangre, con llanto, ira, herida, lo sé, porque me puedo relacionar con tu vida. Tenía que ser escrita, también lo sé, dentro de ti no podía quedarse esa vida: la vergüenza, la flaqueza, las caídas, el sufrimiento de una mujer que quería ser algo, alguien, una persona por lo menos, y lo lograste, Maya, mucho más de lo que pudiste imaginar. Te levantaste del lodo, te hiciste a ti misma, tú eres tu propia obra. Luchas, decepciones, un agobiante ahogo y una pluma y un teclado de los cuales surgieron como llagas, como pájaros, como flores, como follaje infinito de un misterioso bosque con un lenguaje rítmico, único, como tu voz, ¿quién la olvida? Maya, tu vida es tu obra.

Que no fue tu venganza, fue tu desesperada necesidad de explicarte a ti misma, de entender tu rumbo, tu espíritu, de publicar lo impublicable, que más da, lo más íntimo al aire, y así, un día escribirse esta poesía que tan bien te describe y te dignifica:

Y aún así… Yo me levanto
Tú puedes escribirme en la historia/con tus amargas, torcidas mentiras,/puedes aventarme al fango/y aún así, como el polvo… me levanto./¿Mi descaro te molesta?/¿Porqué estás ahí quieto, apesadumbrado?/Porque camino/como si fuera dueña de pozos petroleros/bombeando en la sala de mi casa…/Como lunas y como soles,/con la certeza de las mareas,/como las esperanzas brincando alto,/así… yo me levanto./¿Me quieres ver destrozada/cabeza agachada y ojos bajos,/hombros caídos como lágrimas,/debilitados por mi llanto desconsolado?/¿Mi arrogancia te ofende?/No lo tomes tan a pecho,/Porque yo río como si tuviera minas de oro/excavándose en el mismo patio de mi casa./Puedes dispararme con tus palabras,/puedes herirme con tus ojos,/puedes matarme con tu odio,/y aún así, como el aire, me levanto./¿Mi sensualidad te molesta?/¿Surge como una sorpresa/que yo baile como si tuviera diamantes/ahí, donde se encuentran mis muslos?/De las barracas de vergüenza de la historia/yo me levanto/desde el pasado enraizado en dolor/yo me levanto/soy un negro océano, amplio e inquieto,/manando me extiendo, sobre la marea,/dejando atrás noches de temor, de terror,/me levanto,/a un amanecer maravillosamente claro,/me levanto,/brindado los regalos legados por mis ancestros./Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo./Me levanto./Me levanto./Me levanto.
Maya Angelou murió a los 86 años el 28 de mayo de 2014. La noticia hizo titulares en la prensa internacional. Fue una luchadora tenaz por los derechos civiles junto a Martin Luther King, Jr, Bill Clinton la eligió para que leyera su poesía En el pulso de la mañana durante su toma de posesión en 1993. Y como reconocimiento a su vida y su obra el presidente Barack Obama le otorgó la Medalla de la Libertad, el más alto galardón civil de Estados Unidos.
No déja de asombrar que siendo una niña pobre viviendo en los más pobres guetos sureños, llegara a convertirse en profesora universitaria ocupante de la cátedra de Estudios Americanos en la Universidad de Wake Forest, en Winston-Salem, Carolina del Norte, donde murió.

 

 

 

Dos poesías de Maya

Maya Angelou
Maya Angelou

El pájaro libre salta
al lomo del viento
y flota viento abajo
hasta que cesa la corriente;
moja sus alas en el naranja de los rayos de sol
y osa reclamar el cielo.

Pero un pájaro que acecha
en su jaula angosta
apenas puede ver tras las rejas de rabia
sus alas están contraídas y
sus pies atados,
luego abre la garganta para cantar.
El pájaro enjaulado canta
un temeroso trino
sobre algo desconocido
mas ansiado aún
y desde la lejana colina
se escucha la melodía
pues el pájaro enjaulado
canta a la libertad.
El pájaro libre imagina otra brisa
y tenues vientos alisios
entre árboles anhelantes
y los gruesos gusanos que aguardan
en el pasto iluminado de alba
y designa al cielo como suyo.
Pero un pájaro enjaulado permanence
inmóvil sobre la tumba de los sueños
grita su sombra en el clamor de una pesadilla
sus alas están contraídas y sus pies atados
luego abre la garganta para cantar.
El pájaro enjaulado canta
un temeroso trino
sobre algo desconocido
y desde la lejana colina
se escucha la melodía,
canta a la libertad.

 

And Still I Rise

                          Maya Angelou

You may write me down in history
With your bitter, twisted lies,
You may trod me in the very dirt
But still, like dust, I’ll rise.

Does my sassiness upset you?
Why are you beset with gloom?
‘Cause I walk like I’ve got oil wells
Pumping in my living room.

Just like moons and like suns,
With the certainty of tides,
Just like hopes springing high,
Still I’ll rise.

Did you want to see me broken?
Bowed head and lowered eyes?
Shoulders falling down like teardrops,
Weakened by my soulful cries.

Does my haughtiness offend you?
Don’t you take it awful hard
‘Cause I laugh like I got gold mines
Diggin’ in my own back yard.

You may shoot me with your words,
You may cut me with your eyes,
You may kill me with your hatefulness,
But still, like air, I’ll rise.

Does my sexiness upset you?
Does it come as a surprise
That I dance like I’ve got diamonds
At the meeting of my thighs?

Out of the huts of history’s shame
I rise
Up from a past that’s rooted in pain
I rise
I’m a black ocean, leaping and wide,
Welling and swelling I bear in the tide.

Leaving behind nights of terror and fear
I rise
Into a daybreak that’s wondrously clear
I rise
Bringing the gifts my ancestors gave,
I am the dream and the hope of the slave.
I rise
I rise
I rise.

 

El presidente Barack Obama condecora a Maya Angelou con la Medalla de la Libertad en 2011 en reconocimiento a su vida y su obra.
El presidente Barack Obama condecora a Maya Angelou con la Medalla de la Libertad en 2011 en reconocimiento a su vida y su obra.

Y aún así… Yo me levanto

                      Maya Angelou

Tú puedes escribirme en la historia
con tus amargas, torcidas mentiras,
puedes aventarme al fango
y aún así, como el polvo… me levanto.
¿Mi descaro te molesta?
¿Porqué estás ahí quieto, apesadumbrado?
Porque camino
como si fuera dueña de pozos petroleros
bombeando en la sala de mi casa…
Como lunas y como soles,
con la certeza de las mareas,
como las esperanzas brincando alto,
así… yo me levanto.
¿Me quieres ver destrozada,
cabeza agachada y ojos bajos,
hombros caídos como lágrimas,
debilitados por mi llanto desconsolado?
¿Mi arrogancia te ofende?|
No lo tomes tan a pecho,
Porque yo río como si tuviera minas de oro
excavándose en el mismo patio de mi casa.
Puedes dispararme con tus palabras,
puedes herirme con tus ojos,
puedes matarme con tu odio,
y aún así, como el aire, me levanto.
¿Mi sensualidad te molesta?
¿Surge como una sorpresa
que yo baile como si tuviera diamantes
ahí, donde se encuentran mis muslos?
De las barracas de vergüenza de la historia
yo me levanto
desde el pasado enraizado en dolor
yo me levanto
soy un negro océano, amplio e inquieto,
manando
me extiendo, sobre la marea,
dejando atrás noches de temor, de terror,
me levanto,
a un amanecer maravillosamente claro,
me levanto,
brindado los regalos legados por mis ancestros.
Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo.
Me levanto.
Me levanto.
Me levanto.

Sánala, Madre

 

Madre
Madre

Ella, que no era mariana, se lanzó a correr casi sin poder cuando te vio aparecer en una calle céntrica de Sevilla. Llegaba  la Virgen de la Macarena. En ese momento te amó, te descubrió en su corazón, todos estábamos esperando a la Virgen emocionados, porque no habíamos presenciado el fervor de los sevillanos ante las procesiones en Semana Santa. Y nos contagiamos. Pero en ella fue mayor, fue único, yo lo vi, lo vi en su rostro. Allá después le compramos una medalla de la Macarena en oro que no se ha quitado nunca. Eso fue hace años.

Pero la Virgen de la Macarena es una advocación mariana como muchas otras, la de la Caridad cubana, la Inmaculada, patrona de Estados Unidos, la de Luján argentina, la Virgen de Czestochowa polaca, la de Guadalupe mexicana y así, tantas otras. Se te reza a ti, única madre de Dios, la Virgen María.

Llevo años rezándote todas las mañanas el Memorare para que la sanes, le quites las enfermedades que vienen una tras otra debido a su padecimiento fatal de artritis reumática y a los más de 20 años tomando cortisona para poder funcionar en la vida sin una silla de ruedas ni dolores tan intensos, insoportables. Cómo ha sufrido, nadie sabe, Madre, sólo tú. Por qué si su entrega a Dios es total, verdadera, entera, ha tenido que padecer semejante calvario toda la vida a base de medicinas, aliviada solo por esa medicina de doble filo que ahora llega como con venganza a cobrarse los años que la dejó vivir con menos dolor. El sufrimiento es un misterio, como lo es el mal. Yo no pretendo, ni quiero entenderlo, aparto mis ojos de él y los alzo hacia ti: cúrala. Te lo pido de nuevo.

Recuerdo con qué ardor te lo pedí con esta oración hace dos años durante aquella crisis tremenda de salud, cuando todo comenzó a venirse abajo, su vida se acababa, debilitándose más y más. La he visto sufrir tanto, yo no sé cómo he podido. Por eso ahora solo quiere tratamiento paliativo, está agotada de luchar, porque cuando se acaba un padecimiento comienza otro, más fuerte.

Dejé de rezarte «Acuérdate’ «Acordaos», «Memorare», cuando confiada y feliz vi que habías de nuevo, después de siglos de hacer milagros, como dice la oración, me habías escuchado y habías hecho otro, porque sé que aquella curación fue un milagro. Cómo, si todos los médicos habían coincidido en que lo que tenía era cáncer, bajó tanto de peso con una anemia feroz, de pronto una doctora hindú de Cleveland Clinic dijo no. No tenía cáncer y aquel horror del estómago desapareció cuando le extirparon los extraños nódulos que habían aparecido. Sí, estoy convencida que fue un milagro tuyo, Madre mía. Y viví de nuevo.

No puedo olvidar los meses que pasamos. Las noches largas sin dormir, escuchándola quejarse a mi lado, con la voz bajita, y sin embargo, aceptándolo todo con paz. Me asombró de nuevo su acogida a la voluntad de Dios, pero es humana, de carne y huesos. Y ahora, después de la fractura de dos vértebras, que le arreglaron inyectándole cemento líquido, que al secarse las separó y cesó el dolor, súbitamente aparece otro dolor esta vez en la lumbar, las placas muestran que está hecha añicos, en cualquier momento se puede partir, y no importa ya si tiene que seguir entonces viviendo sentada en una silla de ruedas, es el dolor que padecerá. ¿Cómo se le va a quitar, si ya la morfina que toma 24 horas al día, sin cesar, la ha vuelto otra? ¿Más morfina, hasta que le dé un paro cardíaco? , Cada vez le falta más el aire y verla me mata. Tengo que disimular las lágrimas que me salen sin poder contenerlas porque sé que el final se acerca. Es otra: los brazos llenos de manchas oscuras, color vino, por los dos potentes medicamentos que le licúan la sangre, y sin los cuales muere en cualquier momento. Su rostro ha cambiado, pero sigue su misma sonrisa inocente, buena, generosa. Cómo la quiero, Madre, tú lo sabes. Es mi madre aquí en la tierra, es la hermana que no he tenido, la amiga del alma más íntima y conocedora de mí que yo he tenido en la vida. Cuando se vaya, Madre, que me vaya yo también. Llévame a mí junto a ti, antes mejor que después que ella, para no sufrir su pérdida.

No sé bien lo que te pido, tú lo sabes, yo no. Quiero que viva, que vuelva a caminar de nuevo, a sonreír de nuevo, a manejar su auto y volver a ser el ser que yo conocí hace 13 años, cuando me mudé a su lado, y mi vida, que ya había cambiado radicalmente por mi encuentro con Cristo, tu hijo, cambió aún más para bien, porque me integré a la comunidad franciscana que ella fundó hace más de 25 años. Porque conocí a su familia y me integré también a ella y conocí muy de cerca a un matrimonio cristiano feliz, con hijos y ahora nietos. Navidades compartidas inolvidables, cenas de Thanksgiving juntos en la casa y ella, dichosa porque a todos les fascinaba el pavo que ella hacía. Qué ilusión en sus ojos, qué presta a sazonar y a preparar. Y todos sentados a la mesa, como una gran familia, la de ella que ella me regaló, porque yo no tengo, cenábamos contentos dando gracias a Dios por muchas cosas. El año pasado fue la primera vez que se rompió la tradición por otra enfermedad que tenía y no se pudo celebrar en la casa. Pero su hermano, un hombre que admiro profundamente, por su bondad, sus valores cristianos que vive a plenitud, su amor por ella –cuánto he querido yo que mi única hermana me quisiera así, o un poco, pero no, ella no me ha querido nunca, desde que nací, pero esa es otra historia que no haré ahora– su hermanos, guiándose por la receta que ella le dictaba por teléfono, hizo el pavo y lo llevó a la casa y allí todos comimos. Ella llena de felicidad decía que le había quedado igualito al que ella hacía, o mejor. Cosas sencillas de la vida, momentos aparentemente tontos, pero que no lo son, perduran entonces en nuestro corazón cuando todo cambia y se va y no vuelve, no vuelve.

Madre, en ti confio, sánala otra vez más. Mañana va con su hermano a ver a los médicos, de 2 a 3 de la tarde son las placas, los rayos X, los estudios. Y a partir de ahí la conversación que tendrán sobre qué hacer, porque nadie sabe qué es lo que tiene, otro misterio del sufrimiento, otro estado en suspensión, mañana.

En ti confío, dulce corazón de María, sánala, que viva, que no sufra más. Pero si ha llegado la hora en que Cristo la quiere junto a sí allá en el cielo, algo que ella acepta plenamente, me lo ha dicho, hágase su voluntad.

Adel se ha ganado la gloria. ¿Quién soy yo para intervenir en lo que Dios quiere para ella? Que se acaba el sufrir, los dolores, y que me dé la fuerza, si es que vivo, para seguir en esta tierra hasta que él, tu Hijo amado quiera.

Dentro de una hora estaré en mi parroquia, Santo Domingo –Saint Dominic– a unas tres cuadras de donde vivo, para comenzar la semana mariana este final de mayo, mes de María. Rezaremos un rosario y después meditaremos sobre algunas lecturas bíblicas. Es una noche bella, que Dios me regala. Y te pediré de rodillas con todo el corazón que Adel viva, que la cures, que me cures a mí también, que tú bien conoces mi corazón.

 

El loco estado de la psiquiatría

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Tomo el título de este artículo de uno de los mejores ensayos (The Crazy State of Psychiatry) escritos en Estados Unidos, ganador de ese premio y publicado en el libro anual que se le dedica a ellos (Best American Essays, 2012). La autora es la genial Marcia Angell, exeditora en jefe del New England Journal of Medicine y actual Profesor titular del Departamento de Salud Global y Medicina Social de la Facultad de Medicina de Harvard. (Para quien no pueda leer el inglés que por favor lea al menos Lo que dice Marcia Angell, publicado en Postpsiquiatria.blogspot.com)

Ayer estuve con mi nueva psiquiatra y fue reconfortante y esperanzadora la visita en la cual hablé lo necesario y recibí una buena acogida para iniciar el proceso de eliminar el diagnóstico de mi antiguo psiquiatra sobre mi supuesto trastorno bipolar.
 Hace dos años, mi médico del Jackson Memorial Hospital se negaba a recetarme Xanax, debería hacerlo un psiquiatra, me dijo, porque estos medicamentos están muy controlados. Y por tanto busqué uno en Citrus, pues no tenía seguro medico.

Este señor, decente, muy cumplidor en sus tareas agobiantes por la inmensa cantidad de pacientes que recibía en un día normal de trabajo, observé que era un escritor frustrado, que malogró su camino y después de graduarse como médico y viajar sin ejercer su profesión, decidió hacer una especialidad en psiquiatría en Miami. Vean su perfil en Facebook bajo el nombre “PrescripcionesparaelTedio”, que es el título de su único libro publicado. A mí me gusta su página en Facebook, tiene muy poco que ver con psiquiatría y mucho con literatura, y por eso digo que me gusta, porque el médico, Osvaldo Fernández, se libera de un trabajo «científico», que lo aplasta.

A los dos años de estar visitándolo por unos 10 minutos cada tres meses, me dijo que ya era hora de que me diera un diagnóstico –me dio la impresión que se lo exigían– , y me definió como bipolar. ¿Las pruebas de su investigación “científica”? Mi forma de hablar “intensa”, mis pensamientos que se notaban eran rápidos y los quería expresar rápidamente (recordemos que no se cuenta con tiempo suficiente como para conversar con el médico). Mi carácter «apasionado», etc. Eso era todo. No hubo un MRI del cerebro ni nada que comprobara científicamente que yo padecía ese mal. Pero acepté el diagnóstico sin conocer prácticamente nada de esa enfermedad.

Cuando cumplí los 65 años y llegó con ellos el Medicare y no podía continuar yendo a Citrus, me vi obligada a cambiar de psiquiatra; a ella le dije sobre mi supuesto desorden bipolar, lo cual por supuesto dio por sentado, ya que yo se lo informaba. Cuando la visité por tercera vez, ayer 6 de mayo, le pedí que revisara ese diagnóstico, pues no me identificaba como bipolar después de probar con dos pastillas para esa enfermedad que casi me matan, y las suspendí naturalmente. Además había hecho una profunda investigación sobre ese padecimiento y yo no me identificaba con  él para nada: jamás he padecido de estados de manías ni profundas depresiones poro las cuales haya habido que ingresarme en un hospital psiquiátrico o haya tenido que faltar a mi trabajo.  Tampoco padecía de otros síntomas definitorios del bipolar, enfermedad, por cierto, que se descubre en la adolescencia o juventud. ¿Y a mí me la descubren a los 63 años?

Es cierto que hubo una época anterior a todo esto que visité un psiquiatra, el Dr. Fernando Mata, en Fort Lauderdale. Con él estuve tratándome por unos tres años, yo estaba atravesando un inmenso estrés causado por mi trabajo, me dijo que sufría de mucha ansiedad, para lo cual me medicó acertadamente.

Ahora, con la doctora Diana Glacuum, de amplia experiencia en psiquiatría y excelentes credenciales, espero que se cambie el diagnóstico a uno correcto, si es que padezco de algún mal mental, que honestamente no lo creo. Lo conversamos y decidimos vernos todos los meses por más tiempo para conocerme mejor, dijo y evaluarme correctamente. Espero que cambie el diagnóstico actual, porque decididamente, después repito, de ahondar en esa enfermedad a través de estudios, yo no la padezco. Me cambió los medicamentos, y ahora tomo Effexor y Clonazepam, ninguno para tratar a bipolares, ambos son muy populares y son para la depresión y la ansiedad. Que me diga algún periodista de loso que conozco en Miami, que no vive tomando algún anxiolítico o antidepresivo. Esta es una de las profesiones más estresantes que existen,  yo toda la vida me he dedicado a ella y, créanme, deja secuelas.

Tengo muchas cosas más que decir acerca de los errados diagnósticos psiquiátricos, pero es innecesario, si a algún lector o lectora le interesa, puede leer The Illusions of Psychiatry o sencillamente que investigue sobre el creciente movimiento que hay en contra de la ética psiquiátrica, los grandes intereses de las compañías farmacéuticas y los diagnósticos lanzados. Mucho para pensar.