Ese cuerpo me sana, esa sangre me embriaga

Corpus-Christi-icon

Qué mañana tan bella, Dios mío. Como todas, hoy domingo en que celebramos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, lo primero que hice muy temprano –después del café que me despierta y alerta del todo– fue rezar. Ese tiempo precioso, privilegiado, fuertemente deseado por mí cada día, consta de varias partes. Primero hago mentalmente mis oraciones, después leo con atención en ocasiones varias veces, las lecturas del día y entonces escucho Rezando voy, que se realiza con música y meditaciones muy buenas sobre el evangelio u otra lectura del día elegida por el equipo. Al final medito unos treinta minutos, es mi meditación de la mañana, lo hago otros treinta minutos al caer la tarde.

Hoy ha sido un día muy especial. La lectura del Éxodo y el Evangelio no te pueden dejar indiferente, quizá como otro día, que uno lee, reza y sigue su secuencia de la jornada sin pensar mucho en lo leído. No. Después, cuando estuve en misa, pude comprobar que el Espíritu Santo inspiró de principio a fin al P. Eduardo en la explicación y predicación de estas lecturas. Lloré, disimuladamente me sequé las lágrimas al escuchar el evangelio, la Palabra de Dios recordándonos la gran verdad: Jesús sella la nueva alianza con su sangre, derramada por voluntad propia por cada uno de nosotros. No fue así en la lectura del Éxodo, en que Moisés rocía al pueblo israelita con la sangre de corderos para sellar la primera alianza. ««Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.» … «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él»…»Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida» .(Juan 6,56) … «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final» (Juan, 6,54) … «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros».

Abajo están las lecturas, y también la Secuencia. Día para meditar, agradecer con el alma y llorar de alegría.

Éxodo 24,3-8

Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: “Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor”. 4 Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación de las doce tribus de Israel. 5 Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión. 6 Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar. 7 Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: “Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho”. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: “Esta es la sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas”.

Palabra de Dios


Salmo 115

R/.  Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R/.Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R/.Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

Lectura de la Carta a los Hebreos 9,11-15

Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14,12-16.22-26:

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Él envió a dos discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.» Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: «Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.» Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor

Secuencia Corpus Christi

Al Salvador alabemos, que es nuestro pastor y guía.
Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.

Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas;

pues tan grande es él Señor, que nuestra alabanza es poca.

Gustosos hoy aclamamos a Cristo, que es nuestro pan.
pues El es el pan de vida que nos da vida inmortal.

Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce.
Doce entonces lo comieron, y, después, todos los hombres.

Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos;
que nuestra alma se desborde en todo un concierto santo.

Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución
de este banquete divino, el banquete del Señor.

Esta es la nueva Pascua, Pascua del único Rey,

que termina con la alianza tan pesada de la ley.

Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad.
que sustituye a lo viejo con reciente claridad.

En aquella última cena Cristo hizo la maravilla
de dejar a sus amigos el memorial de su vida.

Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino,

que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.

Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino queda convertido en sangre.

Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón;
mas si las vemos con fe, entraran al corazón.

Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.
Su sangre es nuestra bebida; su carne, nuestro alimento;
pero en el pan o en el vino Cristo esta todo completo

Quien lo come, no lo rompe, no lo parte ni divide;
El es el todo y la parte; vivo esta en quien lo recibe.

Puede ser tan solo uno el que se acerca al altar,
o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.

Lo comen buenos y malos, con provecho diferente;
no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.

A los malos les da muerte, a los buenos les da vida.
¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!

Si lo parten, no te apures sólo parten lo exterior;
en el mínimo fragmento enteró late el Señor.

Cuando parten lo exterior, sólo parten lo que has visto;
no es una disminución de la persona de Cristo.

El pan que del cielo baja es comida de viajeros.
Es un pan para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!

Isaac, el inocente, es figura de este pan,
con el cordero de Pascua y el misterioso maná.

Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo.

Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas divino.
Concédenos en el cielo gozar la herencia contigo.