El mejor candidato es Bernie Sanders, y mi voto es para él.

Todo comenzó con el movimiento «Somos el 99%», y la primera protesta que recibió atención internacional, fue en Wall Street en el parque Zuccotti de la ciudad de Nueva York. Comenzó el 17 de septiembre de 2011 y para el 9 de octubre, las protestas habían tenido lugar o estaban en curso en más de 600 comunidades en Estados Unidos.

Miles de protestantes se mudaron prácticamente para el área que rodea todo Wall Street y los edificios de la bolsa en el downtown de Manhattan, y allí elevaron carpas para dormir, mientras que durante el día las marchas de protestas y las sentadas con pancartas y quejas a toda voz no cesaban acerca del 1%, de los estadounidenses, las personas más ricas de la sociedad que tienen una parte desproporcionada del capital, la influencia política y un poder inmenso en la sociedad, cada año más empobrecida.

Sin duda fue un movimiento sociopolítico progresivo que expresó su oposición a la desigualdad social y económica y a la percepción de falta de «democracia real» no ya en Estados Unidos sino en todo el mundo –donde se le llamó, propagó globalmente como «Occupy» en todo el mundo. Su objetivo principal era promover la justicia social y económica y las nuevas formas de democracia. Las manifestaciones fueron directamente contra las grandes corporaciones (y el sistema financiero global) que controlan el mundo de una manera que beneficia desproporcionadamente a una minoría, socava la democracia y causa inestabilidad.

El movimiento «Somos el 99%» fue disgregregándose a medida que la fuerza policial hizo ilegal las protestas frente a Wall Street y todo el área del downtown de Manhattan, las cárceles se llenaron de activistas. Pero la llama que clama por la justicia seguía viva en el corazón de millones de personas en Estados Unidos. Muchos veces las ideas tienen que madurar, prender, hasta que llega su momento. Y el momento de ese movimiento ha llegado en 2020.

El senado demócrata Bernie Sanders –que se define como socialdemócrata–, aspira a la presidencia de Estados Unidos, el movimiento que le precedió y ahora él nos han hecho conscientes de la trágica situación en que se encuentra este país que habitamos, dizque el más rico y poderoso del mundo. 

La tragedia radica en la inmensa desigualdad económica entre los ciudadanos. Conste, esta es solo una de las situaciones nefastas que atravesamos, hay otras muy fuertes y apremiantes, pero esas las dejamos para otro artículo que lo amerita con urgencia. 

Me preocupa hondamente la realidad de Estados Unidos, que se ha ido deteriorando ante nuestros ojos sin apenas notarlo hasta alcanzar el actual estado de miseria humana, política, social y económica. Tal estado de cosas me mueve a ayudar a elevar la conciencia ciudadana para intentar hallar una solución sin violencia en la que podamos alcanzar el bien común de nuestra sociedad hecha girones por corruptos y autócratas que han alcanzado el poder en estos lamentables momentos de que somos testigos.

Pero si queremos la paz hay que trabajar por la justicia, con determinación, sin miedo, dándole el frente al mal que nos ronda y hiere en más de una forma.

La injusticia nos hace indignos, nos deshumaniza y todo nos hace creer que aparentemente somos impotentes. 

Muy brevemente me refiero al 1 por ciento de la población que domina al país y lo ha transformado en una oligarquía o plutocracia muy difícil de vencer. La democracia de la república ha ido muriendo desde la década del 70, dando paso a un poder casi ilimitado que hoy ostentan y utilizan a su antojo y conveniencia los multimillonarios que nos gobiernan.

La compañía Amazon tuvo en 2018 una ganancia de $11 mil millones de dólares ($11 billions), por la que no pagó ni un centavo en impuestos federales. Y gracias a la ley que permite recortar el pago de impuesto a los ricos, implantada por Donald Trump, Amazon recibió además un reembolso de impuestos de $129 millones del gobierno federal. 

Jeff Bezos, el fundador, dueño y presidente de Amazon, obtuvo un salario en 2018 de $275 millones al día, es decir, ganó $11.5 millones de dólares la hora. El salario promedio de un empleado de Amazon es de $28,000 anuales. Jeff Bezos hace más que eso en 10 segundos, según la publicación Money y otras. Aunque su fortuna no se puede calcular, porque aumenta por hora, la última cifra a la que tenemos acceso indica que en febrero de 2020 esta asciende a $123.9 mil millones de dólares ($123,900 billions).

La compañía Walmart’s obtiene un promedio de ganancias de $14.7 mil millones al año, es decir, recibe $40 millones de ganancias al día.

La familia Walton, dueña de Walmart’s, gana $70,000 por minuto, $4 millones la hora, $100 millones al día.

Un empleado típico de Walmart gana en un año $22,137.

Para algunos críticos, tales cifras son evidencia de que el capitalismo necesita ser reparado. La desigualdad y otras formas de injusticia rampante se han convertido en un tema político aglutinado, y no cabe duda de que este año de elecciones el tema ocupa un lugar prioritario en los votantes que ven en Bernie Sanders a alguien firmemente comprometido con, por ejemplo, un seguro médico universal para toda la población, Medicare for All; la eliminación de la asfixiante deuda de cientos de miles de estudiantes graduados; estudios gratis para todos en los Colleges y Universidades públicas del país. Y claro, un cambio profundo en el injusto sistema de inequidad que vive el país. 

Mucho hablan y dicen preocuparse los políticos,  economistas y sociólogos por la clase media, admiten que un alto número de jefes de familia se han visto en la necesidad de tener más de un trabajo para poder sobrevivir.

Todo esto es tristemente cierto, sin embargo, quiero detenerme en un clase que apenas se menciona, como si fuera un tabú, como si no existiera. Pero existe y crece y se propaga como un mal ante el cual aparentemente no podemos hacer nada. Me refiero a los pobres, esa palabra que tanto molesta. Los indigentes de la población estadounidense, pasmosamente numerosa. 

La tasa oficial de pobreza en 2017 fue del 12.3 por ciento, según los estimados de la Oficina del Censo. Ese año, se estima que 39.7 millones de estadounidenses vivían en la pobreza según la medida oficial.

Pero primero aclaremos qué es ser pobre en Estados Unidos, de acuerdo a la medida oficial que nos da el gobierno. 

Estas cifras muestran lo que debe ganar una persona o una familia para que caiga en el nivel de pobreza:  

                Entrada anual

Una persona que vive sola $ 12,784

Dos personas en un hogar $ 16,274

Una familia de tres personas $ 19,985

Una familia de cuatro personas. $ 25,701

Una familia de cinco personas $ 30,459

Una familia de seis personas $ 34,533

Alguien me puede decir qué familia integrada por tres personas vive con $19,985 al año? Una persona que vive sola, puede sobrevivir con $12,784? Esta cifra es prácticamente $1,000 al mes. Cómo paga el alquiler, el teléfono, la electricidad, la comida, el transporte, los medicamentos, en fin las necesidades básicas de una persona para no morir de hambre o vivir en la calle? 

Estos son los hechos: Más de 39 millones de ciudadanos viven con esa entrada económica, en qué estado de salud física, mental, emocional sobrevive una persona o padres de familia sabiendo que no les alcanza el dinero para llevar comida a la mesa o para confrontar una emergencia de sus hijos? Se ha comprobado que una familia promedio no puede hacerle frente a un asunto económico imponderable que ascienda a $450. No tiene el dinero. Punto.

Según la Oficina del Censo, 18.5 millones de personas reportaron pobreza extrema en 2017. Esto significa un ingreso familiar por debajo del 50 por ciento de la cifra de pobreza de 2017. O sea, si para una familia de cuatro personas, dos adultos y dos niños, digamos, es de $25,701, estos ciudadanos de extrema pobreza ganaron $12,850. No creo necesario imaginar la vida cotidiana de esa familia. Digamos ahora que es un anciano en extrema pobreza (la cifra de este sector de la población es abrumadora), ganaría $6,400 más o menos. Imagina esa vida, cómo es el día a día de ese anciano o anciana? Ya sabemos que muchos de ellos no toman los medicamentos para poder comer algo, o viceversa. Y cada vez se ven más ancianos en refugios, o durmiendo en las calles, a medida que los alquileres en Miami siguen subiendo.

Por tanto, tenemos a 40 millones de pobres, según los índices de pobreza del gobierno, y 19 millones que viven muy por debajo de ese nivel, en extrema pobreza. Eso nos da un total de 59 millones de estadounidenses que subsisten en la pobreza y el sufrimiento absolutos. 

Pero basta de heladas estadísticas, ellas no hacen más que reflejar a seres humanos con rostro y nombre, y sentimientos y familia, y necesidades, como usted y como yo. Por supuesto, las he destacado aquí para tener una idea de la situación en la que estamos. Se podría escribir un artículo sobre el índice de suicidios a nivel nacional, o la cantidad de personas que padecen de enfermedades mentales, muchas debidas a la angustia y la depresión que confrontan en su vida. Tantas cosas se podrían pensar, tantas almas desoladas. Mencionamos a las personas que carecen de seguro médico? A las que otras millones que se quedarán sin él dadas las medidas del presidente Trump? No. No vamos a mencionarlas ahora.

Como el tema es la desigualdad criminal, inhumana que agobia a la nación, termino citando un estudio llevado a cabo por la BBC, basado en datos del Credit Suisse –una compañía de servicios financieros internacional– y Oxfam – un movimiento mundial de personas que trabajan juntas para acabar con la injusticia de la pobreza–. 

El estudio se aplica a todo el mundo, pero tengamos en cuenta que Estados Unidos ocupa un lugar alto en la lista de los países con mayor inequidad:

De acuerdo con el informe, el 1% más rico de la población mundial ahora tiene tanta riqueza como el resto del mundo combinado. 

Oxfam calculó que las 62 personas más ricas del mundo tienen tanta riqueza como la mitad más pobre de la población mundial.

El 1 por ciento de la población estadounidense está formado por ejecutivos, médicos, abogados y políticos y hombres y mujeres que heredaron una fortuna. Dentro de este grupo de personas hay un subconjunto aún más pequeño y rico, el 1 por ciento de la parte superior, o sea el .01 por ciento de toda la nación. Esas personas tienen ingresos de más de $27 millones anuales, sin contar los bonos de muchos millones más que les regalan sus corporaciones. Contando con el salario nada más, eso significa aproximadamente 540 veces el ingreso promedio nacional.

En total, el 1 por ciento superior de la población controla el 43 por ciento de la riqueza de la nación; el siguiente 4 por ciento controla un 29 por ciento adicional.

La plataforma política de Bernie Sanders es la única que me anima y enciende la esperanza, confieso que hasta ahora ya casi inexistente ante la maldad y el cinismo, la corrupción y la brutal desigualdad que horrorizada veo en Estados Unidos. Es Sanders, el socialdemócrata, el único candidato que puede levantar la nación del pantano en que la ha hundido Donald Trump. Y estoy convencida de que es también el único que lo pude derrotar del poder dictatorial en el que se ha instalado.

Y es que Bernie Sanders habla la verdad, no miente, es consecuente con sus brillantes y compasivas ideas. Es, en suma, el único que verazmente está comprometido con los intereses ciudadanos de clase media y pobres de esta gran nación.

Soy cubanoamericana, llevo 57 años viviendo en Estados Unidos y jamás he estado más avergonzada de mis compatriotas cubanos de lo que estoy ante los que apoyan a Donald Trump. He pensado muchas cosas: lo siguen porque creen que va a acabar con el régimen comunista; porque quieren y les interesa más la política de Cuba que la de este país donde; porque son fanáticos siempre en busca de un caudillo; porque son torpes, no ven el peligro tan inmenso que representa este dictador nazi, este corrupto, canalla y cínico que ha ido socavando, minando las instituciones democráticas del país. No sé que más pensar, incluso justificar en ellos.

Ya no pierdo tiempo ni energía en eso. Cumplo con mi consciencia. Y ni Bernie Sanders es comunista ni yo tampoco.