Mes: agosto 2015
#todosmarchamos
Amiga del amor infinito
En la mañana de su muerte llegué a su habitación muy temprano, no me había quedado la noche anterior, su cuñada Gladys Zuazo, lo había hecho. Nos habíamos estado turnando las dos semanas que Adel permaneció en la sección de Catholic Hospice –para enfermos terminales que reciben cuidados paliativos– del Hospital de Rehabilitación St. Catherine West, en Hialeah.
Cuando entré en el cuarto 319 ese lunes 3 de agosto, que jamás olvidaré, vi a Gladys sentada en el amplio margen de la ventana leyendo las lecturas bíblicas del día y mi amiga querida, mi hermana entrañable, Adelaida González, que es su nombre aunque todos la llamábamos Adel, agonizaba acostada apenas respirando ya. Algo diferente vi en ella esa mañana: como un abandono plácido, lista para el viaje final, al encuentro con Dios que tan fuertemente deseaba. Anhelaba la muerte, y lo decía: “Quiero irme”. Segura de que la aguardaba Dios.
No he conocido a nadie que haya padecido tanto dolor físico como ella, diagnosticada con artritis reumatoide, que deshace el sistema inmunológico, desde los 30 años. Ahora tenía 70. Dicho por ella misma, ella no había sufrido en su vida, y explicaba la diferencia entre el dolor corporal y el sufrimiento. Se sintió colmada de felicidad en su entrega a Cristo desde muy joven. Cristo era su centro, su razón de ser. Su servicio, su entrega a los demás, su obra evangelizadora dejó huella honda en esta ciudad y en otras. Porque después de retirarse de la Arquidiócesis, viajó por todo el país dando conferencias sobre espiritualidad, justicia y paz, teología, donde quiera que la solicitaban. El “Sí” de ella estaba lleno del Espíritu Santo.
Religiosa filipense –orden de San Felipe Neri– durante siete años, después laica comprometida por toda una vida: Durante 31 años trabajó para la Arquidiócesis de Miami en la formación cristiana de adultos. Fue profesora adjunta de Teología en la Universidad Barry. Tiene un Doctorado en Ministerio de la Universidad de St. Thomas, en St. Paul, Minnesota; una Maestría en Divinidad; y otra Maestría en Estudios Religiosos de la Universidad Barry. Es autora de varios libros –Life is Hard, but God is Good. An Inquire into Suffering; The Spirituality of Community; Companions in Christ; Deepening Our Prayer; Sedientos de Dios; No temas, María; y numerosos artículos y ensayos publicados en revistas y libros.
Una más de las cubanas que del Proyecto Pedro Pan llegaron solas de Cuba a Estados Unidos. Fue a dar a Florida City, donde conoció hace 50 años a Gladys. Y crearon una amistad fértil. Poco tiempo después vino el hermano menor de Adel, Luis González, que fue siempre su ser más querido, y que defendió con uñas y dientes cuando supo que lo maltrataban en una casa adónde lo habían enviado después de pasar por Metacumbe. Logró sacarlo de allí y se fueron a vivir juntos, ambos estudiando y trabajando. Es una historia admirable la de estos hermanos que supieron forjarse un futuro en donde la casa que construyeron, cada uno por separado y a su estilo, al decir del evangelio, fue sobre roca, no arena. Adel le presentó Gladys a Luis, y se casaron, ¡ambos muy jóvenes y vírgenes! Y amándose hoy como cuando fueron novios.
A pocos años de la impactante separación familiar, llegaron su mamá, su tía y su abuela. La vida cambiaba, había más responsabilidades. Pero los jóvenes le hicieron frente para mantener a “las viejas” queridas que ya estaban con ellos. Hoy enterradas desde hace años en el mismo cementerio adonde yace Adel desde el miércoles.
Gladys y Luis tuvieron tres hijos: Liza, Peco y Christy. Ahora casados, han tenido dos hijos por pareja. Los seis nietos sobrinos de Adel fueron, junto a sus sobrinos, su adoración. La agonía final terminó cuando los vio en su cuarto y dijo solamente: “Ahora puedo morirme tranquila”.
Muchos días antes había preparado su funeral: el sacerdote que oficiaría la Misa de Resurrección sería su amigo de años de hermoso trabajo pastoral juntos, el padre Paul Vuturo; la iglesia: St. Benedict (San Benito), en Hialeah, muy significativa para su familia. Eligió ella misma las lecturas de la misa, con el deseo ardiente de que el amor fuera el tema central. Y así fue.
La Primera Lectura sería la 1 Carta de Juan, 4,7-16; el Salmo: el Canto de Taizé “Ubi Caritas est”; la Segunda Lectura, la 1 Carta de Pablo a los Corintios, 13, 1-13; y el Primer Capítulo del Evangelio de Juan.
Los invito a leerlos. ¿Lo harán?
El corazón amoroso de Adel se ha fundido con el de Dios, que es Amor. No hay felicidad mayor. Y es eterna. Al fin, amiga del amor infinito.