El aspirante a primer dictador

 

GOP 2016 Trump

Yendo en contra de mi deseo y de mi salud física y espiritual diré algunas cosas, pero solo algunas, porque me voy a enfermar de lo tóxico que es: me refiero al aspirante y candidato a primer dictador estadounidense, Donald Trump.

Lo hago por un sentido de deber, principalmente ante ciertos cubanos a quienes escucho decir sin pudor ni luz interior alguna que van a votar por este descendiente de inmigrantes alemanes –Frederick y Elizabeth Trump–, que parece llevaban en sus genes rastros malos.

Con tal de hacer un dólar más en su nueva tierra, “América”, y así ir llegando arriba, ganar más dinero que nadie, Frederick, el abuelo de Donald, era capaz de hacer lo que fuera, y lo hizo: los negocios que lo llevaron a amasar su primera fortuna fueron traficar alcohol y crear prostíbulos. Era mentiroso y fraudulento, y en un segundo viaje a Alemania para casarse, fue expulsado de su patria y despojado de su ciudadanía por haber burlado el servicio militar. Lo mismo hizo Donald, valiéndose de mil artimañas durante la guerra de Viet Nam. Es un desertor, pero no por valores humanos en contra de la guerra ni por principios cívicos, sino por cobarde. Jamás ha hecho nada por su país, excepto robarles a miles de estadounidenses sus inversiones, ahorros y planes de retiro a través de sus empresas que declaró en bancarrota mientras más millones acumulaba él en sus cuentas. (Ver: How Donald Trump Bankrupted His Atlantic City Casinos, but Still Earned Millions. The New York Times, 11 de junio de 2016; As its stock collapsed, Trump’s firm gave him huge bonuses and paid for his jet. The Washington Post, 12 de junio de 2016). Muchos de los que perdieron dinero eran accionistas de la clase media que creyeron en Trump.

El magnate vanidoso se presenta como el gran protector de los trabajadores y de los puestos de trabajo que creará cuando sea presidente, pero otra investigación del diario USA Today descubrió que cientos de personas –carpinteros, obreros de mantenimiento, empleadas, incluso abogados suyos– dicen que él no les paga su salario y lo han demandado.

De acuerdo con otro reportaje de USA Today, del 2 de junio de 2016, Trump ha estado implicado en unas 3,500 demandas: 1,900 en las cuales él ha sido el demandante y 1,300 el demandado. “Un hecho sin precedente para un candidato presidencial”, dice el titular del periódico.

Pero si en los negocios es oportunista, sucio y manipulador, en política es peor. Se ve su estirpe intimidatoria y caudillista. Y es que en este terreno él pensó –si es que piensa, me intriga cómo trabajan los caminos neuronales de su cerebro– que el país sería como uno de sus casinos. Sabemos que muchos congresistas republicanos han declarado que no votarán por él, pero los líderes del partido decidieron respaldarlo si “se dejaba llevar por el libreto”. Lo cual hizo por unos días. Es decir: no hablar por sí mismo ante el micrófono para que no soltara los disparates, torpezas y amenazas que alarman a gran parte del país y a los líderes mundiales sino que leyendo del libreto, sus palabras reflejen los ideales y principios conservadores que quieren presentar los republicanos. Pero su soberbia y estupidez lo han hecho dejar el libreto de nuevo después de los discursos de Obama y Hillary Clinton tras la horripilante matanza de homosexuales en el bar gay de Orlando. Entonces habló él también ese domingo sangriento. Por primera vez lo escuché utilizar la frase “Islamic radicalism”, y todo su discurso fue acerca de que ni Clinton ni Obama mencionaban esa frase, e insinuó varias veces que Obama estaba de acuerdo con los terroristas, que formaba parte de ellos.

El lunes un enojado, pero sereno y brillante Barack Obama habló desde la Casa Blanca refiriéndose directamente al discurso de Trump de la noche anterior, y explicando detalladamente su política exterior, y que no se puede prohibir la entrada de musulmanes al país, cuando muchos son nuestros aliados para luchar contra ISIS, Al Qaeda, etc. Pero sobre todo porque hacerlo no forma parte de los valores inclusivos, tolerantes, democráticos de esta gran nación compuesta por inmigrantes. ¿Culpar a toda una religión por lo que hace menos del 6 por ciento de ellos, los yihadistas que se dicen musulmanes sin serlo, porque asesinan en nombre de Dios? Un discurso nada complicado para quien tenga un mínimo de conocimiento de la política y el mundo actuales, fue transparente y al grano. Trump tronó cuando habló de nuevo, sus gritos más altos eran sobre lo incomprensible del discurso de Obama.

Está claro que uno de los mayores obstáculos de este millonario tan pobre –solo tiene dinero– es que no entiende. Por eso gritaba fuera de sí: “¡Nadie entendió lo que dijo el presidente!”.

El aspirante a dictador tiene la inteligencia de lo que en Cuba llamamos un ñame. ¿Me entienden mis compatriotas republicanos? Es un hombre malo.

 

 

 

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