Richard Rohr
Comprender al Cristo Universal o Cósmico puede cambiar la forma en que nos relacionamos con la creación, con otras religiones, con otras personas, con nosotros mismos y con Dios. Conocer y experimentar a este Cristo puede provocar un cambio importante en la conciencia. Como la experiencia de Saulo en el camino a Damasco (ver Hechos 9), no seremos los mismos después del encuentro con Cristo Resucitado.
Mucha gente no se da cuenta de que el apóstol Pablo nunca conoció al Jesús histórico y casi nunca cita a Jesús directamente. En casi toda la predicación y los escritos de Pablo, se refiere al Misterio del Cristo Eterno o al Cristo Resucitado en lugar de a Jesús de Nazaret antes de su muerte y resurrección. ¡El Cristo Resucitado es el único Jesús que Pablo conoció! Esto convierte a Pablo en un mediador adecuado para nosotros, ya que el Omnipresente Cristo Resucitado es el único Jesús que también nosotros conoceremos (ver 2 Corintios 5:16–17).
La transformación histórica de Jesús (“carne resucitada”) y nuestra comprensión del Espíritu que nos da (ver Juan 16:7–15; Hechos 1:8) nos permiten experimentar más fácilmente la Presencia que siempre ha estado disponible desde el comienzo de los tiempos, una Presencia ilimitada por el espacio o el tiempo, la promesa y garantía de nuestra propia transformación (ver 1 Corintios 15; 2 Corintios 1:21-22; Efesios 1:13-14).
En el Jesús histórico, esta omnipresencia eterna tenía un referente preciso, concreto y personal. La presencia de Dios se hizo más obvia y creíble en el mundo. Lo sin forma tomó forma en alguien que podíamos “oír, ver y tocar” (1 Juan 1:1), haciendo que Dios fuera más fácil de amar.
Pero parece que nos enamoramos tanto de esta interfaz personal en Jesús que nos olvidamos del Cristo Eterno, el Cuerpo de Dios, que es toda la creación, en realidad la Primera Encarnación. Jesús y Cristo no son exactamente lo mismo. En la era cristiana primitiva, algunos de los primeros padres orientales (como Orígenes de Alejandría y Máximo el Confesor) notaron que el Cristo era claramente más antiguo, más grande y diferente que Jesús. Vieron místicamente que Jesús es la unión de lo humano y lo divino en el espacio y el tiempo; y Cristo es la unión eterna de la materia y el Espíritu desde el principio de los tiempos.
Jesús murió voluntariamente—y Cristo resucitó—sí, sigue siendo Jesús, pero ahora incluyendo y revelando todo lo demás en su pleno propósito y gloria. (Lea Colosenses 1:15–20, para que sepa que esta no es sólo mi idea).
Cuando creemos en Jesucristo, estamos creyendo en algo mucho más grande que la encarnación histórica que llamamos Jesús. Jesús es el mapa visible. El entendimiento completo, verdadero de lo que significa el Ungido, el Cristo, nos incluye a nosotros y a toda la creación desde el principio de los tiempos (Vea Romanos 1:20).
La resurrección de todas las cosas
Quiero ampliar la visión que se tiene de la resurrección de Jesús como un milagro que ocurrió una sola vez en su vida, un milagro que pide consentimiento y creencia de parte de todos los cristianos, a un patrón de la creación que siempre ha sido cierto y que nos invita a mucho más que a creer en un milagro. Debe ser más que la victoria privada de un hombre para probar que él es Dios.
La resurrección y la renovación son, de hecho, el patrón universal y observable de todo. Podríamos también usar términos no religiosos como «primavera», «regeneración», «curación», «perdón», «ciclos de vida», «oscuridad» y «luz». Si la encarnación es real, y el Espíritu ha habitado la materia desde el principio, entonces cabe esperar enteramente la resurrección en multitud de formas.
El Misterio de Cristo unge toda la materia física con un propósito eterno desde el principio. No debería sorprendernos que la palabra que traducimos del griego como Cristo provenga de la palabra hebrea mashiach, que significa “el ungido”, o Mesías. ¡Jesús el Cristo revela que todo está ungido!
Si el universo está ungido o «cristianizado» desde su mismo comienzo, entonces, por supuesto, nunca puede morir para siempre.
La resurrección es sólo la encarnación llevada a su conclusión lógica.
Si Dios habita la materia, podemos creer naturalmente en la “resurrección” del cuerpo.
Dicho simplemente, ¡nada verdaderamente bueno puede morir! (¡Confiar en eso es probablemente nuestro verdadero acto de fe!)
Pablo presenta la resurrección como el principio general de toda realidad (ver 1 Corintios 15:13). Él no argumenta a partir de una anomalía de una sola vez y luego nos pide que creamos en este “milagro” de Jesús. En cambio, Pablo nombra el patrón cósmico, y luego dice en muchos lugares que el “Espíritu que llevamos en nuestros corazones” es el icono, la garantía, la prenda y la promesa, o incluso el “pago inicial” de ese mensaje universal (ver 2 Corintios 1:21–22; Efesios 1:14).
Una de las razones por las que podemos confiar en la resurrección de Jesús es que ya podemos ver que la resurrección sucede en todas partes. Nada es igual para siempre, afirma la ciencia moderna. Los geólogos con buena evidencia pueden demostrar que ningún paisaje es permanente durante milenios. El agua, la niebla, el vapor y el hielo son lo mismo, pero en diferentes etapas y temperaturas. “Resurrección” es otra palabra para cambio, pero un cambio particularmente positivo, que tendemos a ver sólo a largo plazo. A corto plazo, a menudo solo parece la muerte. El Prefacio a la liturgia fúnebre católica dice: “La vida no termina, simplemente cambia”. La ciencia ahora nos está dando un lenguaje muy útil para lo que la religión intuyó e imaginó correctamente, si bien en lenguaje mitológico. Recuerde, mito no significa que “no es cierto”, que es el malentendido común; en realidad se refiere a cosas que siempre son ciertas.
La primera vida encarnada de Jesús, su paso a la muerte y su resurrección a la vida continua de Cristo es el modelo arquetípico de todo el patrón de la creación. Él es el microcosmos de todo el cosmos, o el mapa de todo el viaje.
Richard Rohr es fraile franciscano y maestro ecuménico. El padre Richard Rohr da testimonio de la profunda sabiduría del misticismo cristiano y las tradiciones de acción y contemplación. Fundador del Centro de Acción y Contemplación (CAC.org), el Padre Richard enseña cómo la gracia de Dios nos guía a nuestro derecho de nacer porque como seres hechos de Amor Divino. Es autor de numerosos libros, incluidos The Universal Christ, The Wisdom Pattern, Just This y Falling Upward.
Muy buen artículo, interesante y esclarecedor. Gracias.