Madam President? Yes!

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¡Cuántas cosas estoy aprendiendo de esta guerra fiera que es la carrera por la presidencia de Estados Unidos en 2016! Esta campaña ha revelado mucho, es una experiencia transformadora lo que estamos conociendo; como si la conciencia nacional hubiera estallado, se hubiera iluminado ante una verdad o varias verdades que permanecían ocultas y han lanzado el grito de ¡no más¡ Es el aullido de todo un pueblo, parte de ese 99% al que tanto se han referido Bernie Sanders y Hillary Clinton que está exprimido, agotado, lleno de ira contenida, con más horas de trabajo sobrecargadas, y menos salarios; sin ver un sentido en sus vidas, ni un propósito que los mueva, sin esperanza ante la injusticia y crueldad del 1% de la población que le importa un carajo el sufrimiento de sus conciudadanos. Los multibillonarios están ebrios de placer en su idolatría a la riqueza, la vanidad y el egoísmo. De eso se trata queridos lectores, esa es la raíz de la desigualdad: la banalidad del mal.

Escucho los discursos de los aspirantes a la candidatura, a los congresistas, y sobre todo, observo, oigo lo que tienen que decir los ciudadanos. Es más que asombroso, inexpresable a lo que ha llegado Estados Unidos. Que un Donald Trump sea el candidato a presidente del Partido Republicano, con el respaldo de sus líderes.
Doy gracias a Dios por el triunfo de Hillary Clinton, la primera mujer nominada a la presidencia de Estados Unidos. ¡Que noche la del Supermartes! Y será la presidenta, lo vaticino, para el bien de la nación que clama por salir del barranco moral al que nos han arrojado los republicanos. No lo olviden: admitieron ante la prensa que los comentarios de Donald Trump sobre el juez de ascendencia mexicana, Gonzalo Curiel, eran racistas, pero lo siguieron respaldando para la presidencia. Hipócritas, lo único que le reprochan a Trump es que dijo abiertamente lo que todos ellos sienten, pero no lo hablan en público: Paul Ryan y el inefable Mitch McConnell son racistas hasta la médula.
Pero vallamos a mi primera enseñanza de esta laboriosa campaña por la Casa Blanca: Nunca imaginé que los estados de New Hampshire y Vermont, donde he estado admirando sus pueblos y paisajes, su aparente cultura y su genuina belleza fueran lugares tan infernales: dos de los estados con mayor número de adictos a la heroína y otras drogas letales. Hillary se comprometió a hacerle frente a esa desgracia, que es una terrible realidad nacional.

De acuerdo con un estudio realizado por la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias, 23.5 millones de personas necesitaron tratamiento médico por el alcoholismo o uso de drogas ilícitas en el 2009. Mire la cifra del 2015: 40 millones de alcohólicos o adictos a otras drogas duras. Un verdadero infierno de sufrimiento humano.
En el 2014, 47 millones de estadounidenses vivían bajo el nivel de pobreza. ¿Y sabemos cuál es el tan mencionado “nivel de pobreza”? $23,800 anuales para mantener una familia de cuatro. Saque cuentas. Y los 47 millones viven con una entrada por debajo de esa cifra. Imagínese ahora lo que yace bajo esta cifra: 16 millones de niños en Estados Unidos pasan hambre. Es decir 1 de cada 5 niños vive en hogares donde la lucha diaria es poner comida en la mesa. Estos niños sufren. El hambre infantil es algo devastador. Los niños hambrientos son más propensos a experimentar problemas de salud. Estas criaturas tienden a tener problemas de aprendizaje y tienden a padecer de problemas cognitivos y emocionales.

No culpen a Obama. Este desastre lo heredamos de George W. Bush, que dejó al país en bancarrota en 2008. Que nadie lo olvide, el actual presidente ha gobernado con una obstrucción –filibuster–republicana sin precedentes.

Dos cuestones son imperativas ahora: que los demócratas ganen el Senado para que los principales proyectos de ley –atención de salud, educación de universidades públicas gratuitas para todos, hacerle frente a la desigualdad, aumentar el salario mínimo, eliminar la ley Citizens United aprobada por la Corte Suprema, ley nefasta que anula los límites a la suma de contribuciones que un individuo puede aportar a candidatos, partidos y comités de acción política durante una campaña electoral, lo que ya sabemos aumentó la influencia de los donantes más ricos. De acuerdo a The Hill, un sitio web sobre política, que es muy leído por la Casa Blanca y el Congreso esta campaña electoral costará 5 mil millones de dólares, la más cara en la historia.

La seguna cuestión urgente: que Bernie Sanders acepte su derrota y que contribuya a unificar el Partido Demócrata convenciendo a sus seguidores que voten por Hillary Clinton.

Que Donald Trump no llegue a la Casa Blanca. Es el mayor peligro que hoy confronta el país. El peor.