
La noche es buena. En el desvelo de la madrugada sin haber dormido un minuto se aprecia mejor la presencia de la noche, tan distinta al día. El silencio y la soledad me acompañan en esta vigilia inesperada que acojo con asombro y gozo. Hay cierto encanto en el entorno, está en penumbra todo y se ilumina u oscurece al compás de la llama que tengo encendida en mi pequeño altar. La desolación se ha ido, no está. Me habita la espera sosegada de alguien que está por revelarse o por llegar. Siento la cercanía del que trae la alegría y una paz como ninguna. Qué belleza la de este misterio que lo ha ido envolviendo todo y no intento descifrar. Es misterio para vivirse, no para indagar. No podría, es sagrado. Y se va revelando en la experiencia, no en la visión ni el entendimiento. Solo se siente, se vive y sin apenas notarlo te va transformando. Seré dichosa? Cómo no serlo si me ha elegido a mí, a mí, mínima mujer de heridas que renace. Soy una nueva creación.
Es el Amor el que se acerca, es la bondad, la belleza, la fidelidad, la ternura, todas ellas en una. Pero además trae la fuerza y el poder para protegerme. Nada ni nadie me hará más daño, me va a amparar, es mi refugio seguro contra toda intemperie o pérdida de rumbo. Me va a cuidar, me cuida mucho ya y me quiere. Me quiere tanto que le duele. Y aunque esta noche es todo gozo por su llegada sé que, además de dolerle su amor, va a morir por mí. No existe amor así. Y me lo está dando constantemente a mi. Yo no esperé nunca esto que me estremece, me sacude por dentro, me colma hasta llegar a una felicidad –es esa la palabra?– nunca conocida. Noche bendita que me advierte que habrá que inventar un lenguaje nuevo, el encuentro es inefable.
Va a estar a mi lado siempre, infinitamente. Nunca me abandonará. Y cuando me lo dice le creo: La fugacidad ha muerto y las despedidas, como lo perecedero. He entrado en la eternidad porque creo.
El amor con que llega es incondicional, todo me lo da, se lo doy todo. Y mi amor se fundirá en el suyo formando con los otros un cosmos ardiente que avanza inconmensurable hacia el bien. El mal será aniquilado, no existirá.
La alegría de mi alma se halla muy dentro de mí, entre latido y latido de mi corazón. Ahí radica la esperanza que no defrauda, la que me abraza esta noche de vigilia.
Y quién es el que viene, cómo se llama ese que llamo Amor? ? Es Jesús, la imagen visible del Dios invisible, para eso fue la Encarnación, para que conociera a Dios, mi Padre. El principal mensaje que nos envió con su Hijo, el que en el pasado no quisieron obedecer ni escuchar a través de la ley y los profetas: que me ama, que él es el camino, la verdad y la vida, y quién crea en él no perecerá.
Me vino a decir algo extraordinario, y es el mensaje en que se fundamenta el Reino: tengo vida eterna. La muerte ha sido abolida. Cristo resucitó, yo también resucitaré.
El viene para liberarme y darme la dignidad que nadie puede quitarme, me la dio antes de yo nacer, desde que estaba en el seno materno. Nací con ella y con una búsqueda ardiente en el pecho. Comprendo lo que está por pasar? No del todo, me sobrepasa en esta noche de vigilia a la espera de ese que llega. Y estoy contenta, y porque estoy contenta sé que mi espíritu está lleno de gratitud.
Porque llega el que me salva, me celebra, me canta, me bendice. Llega para que tenga vida abundante y ría de alegría. No es maravilloso? Ese que llena todos los sinsentidos, los vacíos de la vida, el que una vez llamé desde el fondo de un precipicio a gritos y plegarias presintiéndolo. Desde entonces, cuando lo encontré, Cristo vive en mí y únicamente por eso permanezco viva, a pesar de los golpes, las caídas, las noches oscuras de alma.
Casi estamos en Navidad. Es el motivo de mi dicha, inmensa palabra que significa lo que solo Cristo me da.
Una nueva teología

Lo que han leído arriba es la narración de una experiencia real que tuve esta semana. Fue el martes por la noche que no pude dormir. Cuando me sucede eso, pocas veces, no trato de quedare dormida luchando contra lo imposible. Me levanto y hago algo: escribo, leo, oigo música, limpio, hasta que me rindo.
Esa noche no fue distinta. Me puse a escribir. Lo hice en primera persona, adueñándome del universo, puedo, soy parte de él.
Quiero compartir con los lectores la reseña que acabo de encontrar de esa obra. Richard tiene 76 años, llevo muchos leyéndolo, como 10. Recibo por correo sus meditaciones diarias, que son parte de mi oración de la mañana, escucho algunas de sus conferencias ya sea en un webinar que él dé, o conferencias transmitidas por Youtube, uno de sus podcasts, etc., y claro, leo sus libros.
‘El Cristo universal’, un libro del franciscano Richard Rohr
Escrito por Redaccion de iviva, el 2 de abril, 2019
¡Que bueno que en la Iglesia Católica surjan nuevas teologías (intellectum quaerens fidem, Modelos para explicar hoy la fe) y nadie las intente sofocar! El nuevo libro de Richard Rohr, ‘El Cristo universal’, parece que es una importante aportación a esta reavivación de una fe paulina cósmica y global hoy en día. Traducimos aquí lo que sobre él escribe Cathleen Falsani, en National Catholic Reporter. IV.
ALBUQUERQUE, N.M. – A lo largo de un tranquilo tramo de Five Points Road en el barrio más antiguo de la ciudad más grande de Nuevo México, a una cuadra de la clínica de metadona y de una casa que los Trabajadores Católicos comparten con gente sin hogar, vive uno de los místicos modernos más famosos del mundo –un fraile franciscano contagioso, jovial y con franela, con un gozo infantil por decirle al mundo que Jesucristo ama a todo el mundo y está en todo.
Es una idea simple, aunque radical. Y una que algunos críticos de Richard Rohr, el franciscano de 76 años que fundó el Centro de Acción y Contemplación en Albuquerque hace 32 años, han descrito como “peligrosa” e incluso “herética”.
Rohr, uno de los contemplativos cristianos más influyentes del siglo pasado, no se asusta ante tales críticas de lo que él cree que es el fundamento teológico para una “reforma de la fe cristiana”. Desembala esta idea, defendiéndola teológica, histórica y bíblicamente, en su nuevo libro, “El Cristo Universal”: Cómo una realidad olvidada puede cambiar todo lo que vemos, esperamos y creemos”.
“Esto no es herejía, universalismo o una versión barata del unitarianismo”, escribe Rohr. “Este es el Cristo Cósmico, que siempre fue, que se encarnó en el tiempo, y que todavía está siendo revelado.”
Mientras que el Cristo Cósmico o Universal puede ser una idea nueva para muchos cristianos contemporáneos, Rohr insiste en que es antigua– parte de la “tradición perenne”, que enseña que toda la sabiduría y el conocimiento en las religiones y filosofías mundiales están enraizadas en la misma fuente universal.
La tradición perenne “te entrena para conectar los puntos y ver qué temas se repiten” en la Escritura, dijo.
Antiguo o nuevo, peligroso o revolucionario, “El Cristo Universal” ha encontrado un público entusiasta. Lanzado a principios de marzo, el libro debutó recientemente en el No. 12 de la lista de best-sellers de no ficción del New York Times.
Un autor prolífico con más de 30 libros impresos, Rohr dice que “El Cristo Universal” es la culminación de todo lo demás que ha escrito, enseñado y predicado en una vida de ministerio y práctica contemplativa. Es su obra maestra, por así decirlo.
También espera que sea su último libro.
Mientras que por todas las apariencias Rohr parece enérgico e incluso robusto, hace 15 meses sufrió un ataque al corazón, que fue consecuencia de una batalla exitosa con el cáncer de próstata en 2015.
Recientemente, sin embargo, el cáncer retrocedió, aunque sigue el tratamiento.
“Tomo cuatro píldoras de caballo cada día que equivalen a quimioterapia oral”, dijo Rohr a Religion News Service en una mañana fría mientras paseaba por los terrenos del CAC a finales de marzo. “¿Cómo es que puedo tener dos cosas que normalmente serían fatales y seguir sentado aquí? No, estoy más que agradecido por el milagro de la medicina moderna”.
Mientras dice alegremente que nunca esperó vivir hasta los 76 años, Rohr asegura a su visitante que su muerte no es inminente.
“No tengo ese presentimiento, gracias a Dios”, dijo. “Sólo sé que, si soy realista, estoy en la última etapa de mi vida, sea lo que sea que eso signifique”.
Aunque dice que “El Cristo Universal” es su última gran obra impresa, Rohr espera escribir un breve tomo, una monografía, sobre la comprensión del pecado de San Pablo.
Rohr comenzó a escribir “El Cristo Universal” hace dos años.
“Fue el libro más difícil que he escrito. … Sabía que tenía que decir esto y no tengo nada que perder a mi edad”, dijo, deteniéndose para saludar a varios miembros de su personal de cuatro docenas de personas, la oficina de CAC llena de actividad en preparación para la conferencia de Cristo Universal en el Centro de Convenciones de Albuquerque.
La conferencia, que comenzó el jueves (28 de marzo), es el evento más grande de la historia del centro, con un participación de 2,200 personas inscritas.
A lo largo de los siglos, gran parte del cristianismo ha perdido la pista de la parte “Cristo” de Jesucristo, argumenta Rohr en “El Cristo Universal”.
Según la teología de la Trinidad –Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo– Jesús era plenamente humano y divino. No mitad y mitad. Completamente ambos. Al minimizar o ignorar la identidad de Jesús como el Cristo, cree Rohr, el cristianismo ha perdido un mensaje central del evangelio: que a través de Jesucristo, Dios ama y redime “cada uno” y “cada cosa”.
“Si todo esto es cierto”, escribe, “tenemos una base teológica para una religión muy natural que incluye a todos. El problema se resolvió desde el principio. ¡Quita tu cabeza cristiana, sacúdela salvajemente y vuelve a ponértela!”
Basándose en Escrituras tales como Colosenses 3:11 – “Sólo existe Cristo. Él es todo y está en todo” – y Colosenses 1:19-20 – “Por medio de él todas las cosas son reconciliadas, todo lo que está en el cielo y todo lo que está en la tierra” – Rohr cree que “todo, sin excepción, es la efusión de Dios”.
Una ballena jorobada. El zumbido de una lavadora. Un soldado lejos de casa. La Nebulosa Carina y el Telescopio Espacial Hubble. Una mujer marchando en las calles por sus derechos civiles. Una familia de solicitantes de asilo separados en la frontera. Café. Oreos. Una puesta de sol. La risa.
O el amado perro labrador negro de Rohr, Venus –su compañero constante durante 15 años, fallecido hace dos años– a quien dedicó “El Cristo Universal”.
“Sin ninguna disculpa, teología ligera, o miedo a la herejía, puedo decir apropiadamente que Venus también fue Cristo para mí,” escribió.
De vuelta en su oficina en CAC, mientras sostenía una fotografía enmarcada de Venus, explicó: “Todo lo que te evoca el flujo de amor está operando como Cristo para ti”.
Todo el mundo y todo.
Mientras caminaba desde las oficinas de CAC, que se encuentran en un edificio de adobe de más de 100 años de antigüedad, hasta el centro de visitantes a una décima de milla de distancia, es obvio que Rohr se deleita en su entorno, ya sea natural o hecho por el hombre. Destaca las flores blancas de un peral y los edificios –algunos de ellos centenarios – comunes a la comunidad Barelas de Albuquerque, establecida formalmente en 1662 y donde ha vivido desde 1986.
Se detiene cerca de un estrecho acueducto que discurre entre las propiedades del CAC para explicar un poco la historia y la función de estas “acequias”.
Las acequias, que son administradas por las comunidades individuales a través de las cuales fluyen, tienen compuertas que controlan los niveles del agua que proviene del Río Grande para ayudar a irrigar las tierras de cultivo. El sistema de acequias, que probablemente fue excavado por los nativos americanos, se expandió durante el período colonial español en los siglos XVII y XVIII.
En su libro “Acequia de Cultura“, el historiador José Rivera describe cómo los acueductos juegan un importante papel cultural e incluso espiritual en Nuevo México, donde las bendiciones anuales de las acequias a menudo combinan elementos católicos y paganos.
“La cultura de la acequia también demuestra un gran arraigo al lugar – como el agua, la cultura se extiende profundamente en la tierra”, escribió Rivera.
Las acequias de Barelas siguen en uso hasta el día de hoy.
“¿No son encantadorea?” Rohr dijo, claramente cautivado por toda la empresa.
Nacido en Topeka, Kansas, Rohr ingresó a los franciscanos en 1961 cuando tenía apenas 18 años, comenzando sus estudios teológicos en serio justo cuando el Concilio Vaticano II se reunía en Roma.
“Fueron los maravillosos años 60”, recordó, riéndose entre dientes. “El momento perfecto para ser educados, para que se les dé una mente crítica, pero luego se les dé buena filosofía y teología para saber cómo procesarla –toda la negatividad por la que nuestro país pasó entonces y que ha vuelto a ser 10 veces peor”.
Rohr fue ordenado sacerdote católico en 1970 y obtuvo una maestría en teología de la Universidad de Dayton ese mismo año. En 1971, fundó la Comunidad de la Nueva Jerusalén (una comunidad intencional que, al menos por un tiempo, logró combinar los movimientos carismático y de justicia social) en Cincinnati, donde vivió y trabajó durante 15 años antes de trasladarse a Nuevo México.
Conecta los puntos a través de su vida de activismo contemplativo, místico y de justicia social –llevado por “el flujo del Amor Divino”– de regreso a su primera “experiencia impresionante” con Dios en la granja de sus primos en el oeste de Kansas cuando tenía 13 años de edad.
“Estoy tumbado en la hierba aterciopelada, mirando a todas las estrellas”, recordó Rohr. “Tengo la sensación personal de que el universo era un lugar seguro, un buen lugar, y que yo era parte de él.”
Poco después, decidió ir al seminario.
“Desde entonces lo he llamado mi “lugar hermoso””, dijo, y agregó que siempre que regresa a Kansas, trata de visitar el lugar. “Todavía me gustaría volver allí otra vez.”
La visión inicial que experimentó cuando era un niño yaciendo en un campo de Kansas todavía inspira a Rohr hoy en día.
Él cree que el tema predominante que corre a través de la Escritura y la tradición es la gracia, que Rohr describe como una especie de compuesto divino de espaciamiento que Dios usa para llenar los vacíos entre todo en toda la creación.
“Si algo viene hacia ti con gracia y puede pasar a través de ti y hacia otros con gracia, puedes confiar en él como la voz de Dios”, dijo. “Renuncia a todo excepto al Dios que es la gracia misma, el que llena los huecos.”