
El portal que encuentro y siempre miro cuando saco a mi perro a caminar antes del amanecer. Me gusta mucho este portal, se aprecia menos en foto.
Tiene una penunmbra especial. Y en La Habana no ha amanecido casi, porque salgo a eso de las 6:30, y camino como media hora, pero este lugar siempre me detiene un poco. He visto tantas cosas lindas, sobre todo antiguas: los arcos sobre las puertas, las cerraduras, las celosías, los escalones de mármol antiguo, los pisos, los espacios. No sabía que me gustaría tanto. Hay algo de extraño en todo esto, como si fuera parte de mí, pero de un «mí» que no reconozco.
Mi padre tenía dos agencias de ventas de autos aquí en el Vedado, una se llamaba Ambar Motors y la otra Presidential. Solo veníamos a esta ciudad para visitarlo y recordarle que era su deber enviarnos algo de dinero, mi madre era maestra, y no alcanzaba su salario para dos hijas, una casa, etc. Y mi padre era un hombre de mucho dinero.
Entonces no nos lo enviaba, claro, y de vez en cuando venía mi madre con nosotras niñas a recordárselo. Mi madre, tomadas a sus hijas cada una con una mano. Mi padre entonces nos llevaba a restaurantes de lujo, y a pasear en su carro. Era importador de Chevrolet y Cadillac a Cuba. Pero nosotras no vimos nunca parte de ese dinero, ni me importa, por supuesto. Tuvimos todo lo necesario y más: amor en nuestro hogar en Pinar del Río, educación, una familia linda, donde todos nos sentábamos a la mesa a almorzar y a comer. Entonces había esa práctica, que todavía existe.
Recuerdo aquellos viajes a la capital. Venía por la antigua carretera central que era mi gozo total. Grandes tramos de carretera cubierta como con un techo de ramas tupidas de árboles.
Pero cuando llegaba aquí me gustaba también, porque era el olor a transporte, y veía a mi padre, tan elegante siempre, y nos montábamos en su lujoso auto.
Miro atrás, inevitablemente y me doy cuenta de la tragedia que aquello significaba, tragedia que se vive día a día en Estados Unidos y se llama alimony? Que los padres se niegan a dar su parte de la manutención de sus hijos cuando abandonan a su mujer y su propia descendencia. Qué indecencia.
No sé dónde viviría mi padre, nunca nos llevó a su casa, estaría con su otra mujer. Que fueron muchas. Eso sí, comíamos cosas muy distintas en aquellos restaurantes y aquellas tardes lujosas que duraban solo un día.
Regresábamos a Pinar del Río asegurada mi madre, por lo menos, de que tendríamos zapatos para estrenar en el nuevo curso escolar. En nuestro hogar, donde habitaban solo mujeres, comida no faltó. Amor tampoco. Pero el abandono deja un pozo profundo vacío, no se llena. El abandono, cualquier abandono de un ser humano a otro es horrible. Comprendo que no siempre es culpable quien abandona. Hay muchas razones, es complicado.
Pero en el caso del divorcio de mi madre y mi padre sí fue culpa de él, que no le importaba nada ni nadie. Solo él, y su dinero.
Confieso algo: cuando murió, que fui a Miami para el velorio (vivíamos entonces en Puerto Rico), mi madrastra me dijo aparte que me quedara porque tenía unos papeles para mí, mi padre aparentemente me había dejado dinero, parte de una herencia supongo, no pregunté qué papeles eran. Me fui del cementerio directo al aeropuerto. La herencia completa la cogió mi medio hermano (cuando mi padre murió él tenía tres años), que vive en Sunny Isles. Y cuando creció, siendo un adulto casado, estando yo de visita en su casa, me dijo: «Tengo tanto, pero tanto real state». Que le vaya bien, y que disfrute lo más que pueda su vida.
Querido Peter, te deseo salud y amor. No sé por qué me viene esto a la mente ahora.
A de ser porque me encuentro en un área algo conocida a la que venía de niña. Ahora soy vieja, y no me interesa nada más que vivir el momento feliz, como decía el Benny. Sabes, Peter, quién es Benny Moré? Supongo que no, eres americano, naciste en Nueva York y no hablas español.
Cosas de la diáspora cubana.