¿Habrá algún recurso legal para impedir que al candidato del Partido Republicano se le pueda sacar del partido de inmediato? Recursos morales sobran, pero no bastan, no sirven para evitar que un criminal, un traidor, pueda llegar a ser presidente de Estados Unidos. Aunque sea un asunto de seguridad nacional.
La palabra traidor no se usa aquí con tanta soltura o desfachatez como en Cuba y otras dictaduras a lo Corea del Norte, aquí se aplica sólo si el ciudadano es un espía o trabaja para un país enemigo. Eso ha hecho este despreciable individuo el miércoles cuando le pidió a Rusia que se inmiscuyera en las elecciones estadounidenses –para beneficio propio, naturalmente–, como si ya no hubiera suficientes pruebas de que lo ha estado haciendo desde hace más de un año.
De acuerdo con The Washington Post, The New York Times, Politico y otros medios existe una amplia evidencia circunstancial de que Rusia está interfiriendo en las elecciones de Estados Unidos con el fin de que Donald Trump gane la presidencia. A Rusia le conviene desmantelar la OTAN, y lo que ha expresado Trump acerca de esa institución integrada por nuestros aliados es lo que más le gusta a Putin.

Numerosos informes de prensa citan a expertos cibernéticos que afirman que hay señales inconfundibles de la participación de Rusia en la piratería de mensajes de correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata.
Algunas personas clave que trabajan en la campaña de Trump tienen sospechosas conexiones con Rusia. Trump ha solicitado y recibido fondos de los inversores rusos para sus negocios. ¿Será por eso que no revela sus contribuciones de impuestos?
El jefe de su campaña, Paul Manafort, fue consultor por mucho tiempo de Viktor Yanukovich, el presidente de Ucrania que Rusia apoyaba y que fue derrocado en 2014. Manafort también ha hecho negocios multimillonarios con oligarcas rusos. El asesor de política exterior de Trump, Carter Page, tiene vínculos comerciales con el gigante petrolero ruso Gazprom, empresa controlada por el Estado. Recientemente Page dio un discurso en Moscú en el que atacó a Estados Unidos por su “enfoque hipócrita acerca la democracia” y en el que alabó a Rusia por una política exterior supuestamente construida sobre la «no interferencia», «la tolerancia” y “el respeto”. Otro asesor de política exterior de Trump, el teniente general retirado Michael Flynn, fue a Moscú el año pasado para asistir a un banquete de gala ofrecido por Russia Today, el canal de televisión del Kremlin. Flynn, invitado habitual de ese canal, estaba sentado en la mesa principal, cerca Putin.
En un ensayo publicado en Lawfare, un blog dedicado a asuntos cibernéticos, Susan Hennessey, ex abogada de la Agencia Nacional de Seguridad, afirma que la evidencia publicada sobre la participación de Rusia en el robo de datos de las computadoras del Comité Nacional Demócrata “significa, en pocas palabras, que actores externos a EE.UU. están utilizando medios criminales para influir en el resultado de una elección de Estados Unidos”.
¿Se dan cuenta de la gravedad de la situación? Trump sobrepasó los límites no sólo de la vergüenza, los de la lealtad a su propia patria. Pero es que él, como el dinero, no tiene patria.
A diferencia de la Convención Republicana, en la que solo la familia de Trump lo apoyó pronunciando discursos a su favor, en la Convención Demócrata los hubo en abundancia y calidad. El discurso de Michelle Obama fue de una belleza y efectividad insoslayable. El senador de New Jersey, Cory Booker, el histórico Bernie Sanders, el vicepresidente Joseph Biden, el presidente Barack Obama, los testimonios estremecedores de las madres de jóvenes negros asesinados por la policía, líderes del Departamento de la Policía, la joven paraplégica que habló poniendo en evidencia bochornosa a Trump por burlarse de los minusválidos, el testimonio de una “exalumna” de la Universidad Trump en el que contó cómo el magnate de la mentira le había robado $36,000, el precio de la matrícula. Dicha universidad fue solo una farsa para él cobrar millones y dejar a los matriculados sin un centavo cuando el “centro de estudios” se vino abajo; todos estos y más, bastarían para convencerse de lo apta y confiable que se considera a Hillary Clinton para presidenta.
Pero lo que nadie esperaba era que el billonario neoyorkino Michael Bloomberg, exrepublicano, se apareciera allí para decir la verdad sobre las mentiras que ha repetido Trump acerca de sus triunfos como hombre de negocios. El diario El País, de España, tituló un excelente reportaje al respecto: “Michael Bloomberg desmonta el mito empresarial de Trump”. Cito algunas de las frases de Bloomberg: “su mayor riqueza es la hipocresía”; “timador”, “demagogo peligroso” y con esto termino: “A lo largo de su carrera, Trump ha dejado atrás un historial bien documentado de bancarrotas, miles de demandas, accionistas disgustados, proveedores que se sienten estafados y clientes desilusionados que se sienten robados. Dice que quiere gobernar este país como sus negocios. Dios nos ayude”.
No dudo de que Trump vendería secretos de estado con tal de ganarse unos buenos millones más.