En su reflexión conclusiva sobre el matrimonio y la familia, tema que ha tratado en sus últimas catequesis de los miércoles en preparación para el Encuentro Mundial de la Familias en Filadelfia y del Sínodo de la Familia en Roma, Francisco nos ha recordado que estamos ante eventos que requieren empeño y compromiso humanos que corresponden a la dimension universal del cristianismo.
En la civilización actual, dijo el 16 de septiembre, “la subordinación de la ética a la lógica de la ganancia tiene grandes recursos y goza de un apoyo mediático enorme. Se hace cada vez más necesaria una nueva alianza entre el hombre y la mujer, que libere a los pueblos de la colonización del dinero y de las colonizaciones ideológicas y que oriente la política, la economía y la convivencia, para que la tierra sea un lugar habitable, donde se transmita la vida y se perpetúen los vínculos entre la memoria y la esperanza”.
Estas palabras son para leerlas varias veces, y con la apertura de corazón y de entendimiento de que nos haga capaces Dios, elevar nuestra conciencia para valorar a qué nos está convocando quien llega a tierra cubana mañana.
Pienso como un desafío serio e íntimo, ¿cómo hacer posible que no se rompan los vínculos de la memoria y la esperanza, cuando esa memoria ha sido herida, destrozada casi por sucesos históricos y familiares –pensemos en la Revolución cubana que eliminó los lazos filiales, y en mi caso el divorcio de mis padres siendo una niña que no comprendería hasta mucho tiempo después lo que significaría esa ruptura vinculante con el amor, el hogar, una familia? ¿A qué esperanza se puede una asir si ese suceso totalitario, ateo, infrahumano que se empeñó en extirpar la dignidad de la persona sigue en el poder después de más de medio siglo? ¿Si el divorcio, la violencia doméstica, la promiscuidad, el hedonismo, el abuso infantil, las migraciones, las guerras se empeñan en convencernos de que todo está perdido, que triunfó el mal?
Yo tengo la respuesta, es la fe. Sé, a pesar de lo sufrido, que Dios no nos abandona, su misericordia nos protege. ¿Cómo lo sé? Porque estoy viva, y aquello que nos dijo alguna vez Bergoglio de que el hombre y la mujer deben mirar el pasado con gratitud, el presente con ánimo y el futuro con esperanza se ha hecho realidad, vive en mí. No es una teoría o un deseo fuerte que me salve de la muerte: lo experimento.
Este hombre que me llena de alegría tiene 78 años, los cumplió el 17 de diciembre de 2014, fecha histórica para los cubanos. El miércoles, antes de emprender su viaje a Cuba y Estados Unidos, del 19 al 28 de septiembre, le pidió a todos que lo acompañen con la oración, invocando la luz y la fuerza del Espíritu Santo, junto a la intercesión de María, Patrona de Cuba como Virgen de la Caridad del Cobre, y Patrona de Estados Unidos como Inmaculada Concepción.
“Será un viaje muy complejo”, dijo Federico Lombardi, portavoz del Vaticano.
Francisco es el primer papa en visitar y hablar ante el Congreso de Estados Unidos. Comparecerá ante Naciones Unidas en celebración de su 70 aniversario, otra alocución que genera gran expectativa.
El secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, acompañará al papa “debido a la importancia de la política exterior de las visitas a Cuba, Estados Unidos y Naciones Unidas. El ministro de Relaciones Exteriores del Vaticano, Paul R. Gallagher, también lo acompaña.
Francisco del siglo XXI: Nueve días, 26 discursos, esperanza que no defrauda.
Añado aquí algunas de las opiniones de Bergoglio sobre el régimen de Cuba, que acabo de leer en Aleteia, citando su libro «Diálogos entre Juan Pabl II y Fidel Castro»:
Frente «al laicismo y el marxismo que impusieron un dogmatismo que privilegia al Estado como supremo valor de la vida», la Iglesia cree que «el hombre es el camino primero y fundamental» en torno al cual debe girar una acción pastoral y diplomática que procure el bien común.
De este criterio derivan dos críticas. Una, a la política cubana cuya ideología «niega, mutila y oculta derechos fundamentales al pueblo». Otra, al sistema económico neoliberal que se encuentra «en las antípodas del evangelio» porque persigue sólo el lucro económico «marginando fríamente a los sobrantes y preocupándose sólo por números que cierren».
Bergoglio asume el criterio moral de la «primacía de la persona» sobre la economía y el mercado, sosteniendo que «el fracaso de las soluciones marxistas y colectivistas no autoriza al sistema capitalista a comportarse como le venga en gana».
Tampoco consiente a los neopopulismos socialistas porque «el socialismo ha cometido un error antropológico al considerar al hombre solo en su rol de parte en el entramado del cuerpo social, donde el bien de la persona queda subordinado al funcionamiento del mecanismo económico-social, perdiendo su opción autónoma».
A partir de esta visión «la preocupación de la Iglesia —en Cuba— a través de su doctrina, está dirigida especialmente a los problemas que emergen de la convivencia humana, vivida en una coyuntura social donde las soluciones propuestas vienen, sea desde el ateísmo que priva al hombre de una parte esencial, la espiritual, como desde otros sectores consumistas».
Culmina así Bergoglio afirmando que «la Iglesia no viene al pueblo cubano a enarbolar una ideología. Ella viene a ofrecer un camino de paz, justicia y libertad verdaderas» porque «cada nación es hacedora y protagonista de su propia historia, cultura y religiosidad». Por ello, la Iglesia, a través de su pastoral y diplomacia, promoverá la libertad de conciencia y «alzará su voz para que el reclamo de los que sufren sea oído».