
Mis amigas de convivencia en la casa de Hollywood, Florida (Peace House se le llamó por muchos años), se mudan dentro de dos semanas para hogares distintos, en circunstancias parecidas. Adel se va para un Assisted Living Facility en Hallandale, lo que hará mis viajes menos agobiantes por el tráfico de la autopista I-95. Zoila se va para casa de nuestra amiga Isabel, en Miami, miembro también de nuestra comunidad franciscana, y que por años se fue a pasar fines de semana a Peace House, con nosotras.
Es triste ver desaparecer una casa muy querida, donde viví 13 años. Todos los árboles y el jardín los sembré y cultivé yo con amor, también el huerto donde puse un Sagrado Corazón de Jesús precioso, a Francisco y la Virgen rodeados de flores y follaje. Muchas tardes y noches me sentaba allí, en el patio, a meditar y tomar el fresco que movía las ramas del flamboyán que vi crecer y florecer en todo su esplendor. En el huerto enterré a Toti, mi preciosa perrita Yorkie. Ahora me pregunto qué hacer, quiero desenterrarla y traer sus cenizas para que estén conmigo. Jamás he querido a una perrita como a ella. Mi querida compañera de 15 años.
Fueron momentos muy significativos los que vivimos en esa comunidad. Desde que Adel se puso mal nos dejamos de reunir todos los meses, como hicimos por nueve años –cuento desde que me mudé allí, pero el grupo se reunía desde hacía 15–. Ahora se sigue reuniendo en diferentes casas de Miami, pero todo se va acabando.
Tomé la decisión de mudarme a esta nueva casa donde viven unas 300 personas hace 5 meses. Un Assisted Living Facility que ya quiero y siento como un hogar. Donde he hecho nuevos amigos, tengo un cuarto grande y cómodo, y vivo a gusto. Algo que lo hace especial para mí es la cercanía a la iglesia St. Dominic. Me es fácil ir a misa ahí. Me hice parte de un grupo de oración que se reúne los lunes por la noche. Fue para mí una bendición hallarlo —¿o debo decir que me halló él a mí y me atrajo enseguida?–, porque había renunciado a a la comunidad franciscana desde hacía tiempo, ya carente de significado para mí, honestamente, y de nuevo contar con una comunidad de fe fue maravilloso. Después descubrí que ese grupo se había iniciado para estudiar por un año los Ejercicios Espirituales en la Vida Diaria, que dirigen miembros de la CVX (Comunidades en Vida Cristiana) que siempre quise hacer, y ahora llegan a mí sin buscarlos, ¿no es providencial? Cuántas cosas lindas e inesperadas: una residencia en la que disfruto de la soledad y el silencio que quiero en mi cuarto, pero donde he hecho amigas con las cuales comparto a diario, con servicios religiosos católicos tres veces a la semana –hay otros evangélicos–, la comunión en ambas especies, y una libertad plena de vida y tiempo.
A. se enfermó más, está ya inválida, vive a base de morfina por el dolor horroroso de las cuatro vértebras que se le quebraron por la osteoporosis y la rodilla; padece del corazón, pero su principal enfermedad, causante de mucho de lo que padece es la artritis reumática, que la hace muy vulnerable a las infecciones por el sistema inmunológico fallido. Pero está comprobado, después de los momentos tan duros que hemos pasado durante los últimos tres o cuatro años, en que la sentí cerca de la muerte, que Dios la quiere aquí, entre nosotros todavía. Y después de Dios, yo.
Estas mudanzas son como una vida que comienza para todas, y estoy segura que ellas, como yo, se van a sentir bien y en paz y alegría por la decisión tomada. Ello no elimina la gran sacudida que significa una experiencia de transición como ésta, que tiene mucho de simbolismo. ¿El preludio del fin en esta tierra? Es muy posible.
Yo ya me adapté, porque vine para acá en marzo y ahora se van ellas a principios de septiembre. La separación fue en un principio muy difícil, lloré muchas veces. Pero la oración, la confianza en Dios, como siempre, me dio fuerzas para seguir adelante, paso a paso. Hoy no tengo duda alguna que todo esto ha sido una obra del Espíritu Santo, que siempre quiere lo mejor para quien le abre el corazón y sigue sus movimientos internos, como la brisa suave que te va llevando en tu docilidad a donde él desea.
Aunque va a tener ayuda para todas sus necesidades físicas, Adel sabe que puede contar conmigo para todo, no estará sola mientras yo viva. Aunque relativamente lejos, puedo estar en su nuevo hogar en unos 20 minutos. Zoila vivirá acompañada con su amiga muy querida y no está ni remotamente tan enferma como A. Aunque mentalmente no puede más, está agotada. Le deseo la paz que busca con la oración y la fe como brújulas.
Así voy yo, mi brújula es el amor.
Llegó la vulnerabilidad y la soledad de esta edad. Hacemos lo que podemos por mantenernos sanas física y espiritualmente. Creo que se logra. Y con la ayuda de Dios, así será hasta que nos llegue la hora de la partida hacia la casa de Nuestro Padre. Tengo fe y esperanza. Quiero que vivamos muchos años más, que esta nueva etapa sea para bien, y el amor de Jesús habite en nuestros corazones. Pero si nos toca vivir poco, bienvenida sea la partida.