Tomo el título de este artículo de uno de los mejores ensayos (The Crazy State of Psychiatry) escritos en Estados Unidos, ganador de ese premio y publicado en el libro anual que se le dedica a ellos (Best American Essays, 2012). La autora es la genial Marcia Angell, exeditora en jefe del New England Journal of Medicine y actual Profesor titular del Departamento de Salud Global y Medicina Social de la Facultad de Medicina de Harvard. (Para quien no pueda leer el inglés que por favor lea al menos Lo que dice Marcia Angell, publicado en Postpsiquiatria.blogspot.com)
Ayer estuve con mi nueva psiquiatra y fue reconfortante y esperanzadora la visita en la cual hablé lo necesario y recibí una buena acogida para iniciar el proceso de eliminar el diagnóstico de mi antiguo psiquiatra sobre mi supuesto trastorno bipolar. Hace dos años, mi médico del Jackson Memorial Hospital se negaba a recetarme Xanax, debería hacerlo un psiquiatra, me dijo, porque estos medicamentos están muy controlados. Y por tanto busqué uno en Citrus, pues no tenía seguro medico.
Este señor, decente, muy cumplidor en sus tareas agobiantes por la inmensa cantidad de pacientes que recibía en un día normal de trabajo, observé que era un escritor frustrado, que malogró su camino y después de graduarse como médico y viajar sin ejercer su profesión, decidió hacer una especialidad en psiquiatría en Miami. Vean su perfil en Facebook bajo el nombre “PrescripcionesparaelTedio”, que es el título de su único libro publicado. A mí me gusta su página en Facebook, tiene muy poco que ver con psiquiatría y mucho con literatura, y por eso digo que me gusta, porque el médico, Osvaldo Fernández, se libera de un trabajo «científico», que lo aplasta.
A los dos años de estar visitándolo por unos 10 minutos cada tres meses, me dijo que ya era hora de que me diera un diagnóstico –me dio la impresión que se lo exigían– , y me definió como bipolar. ¿Las pruebas de su investigación “científica”? Mi forma de hablar “intensa”, mis pensamientos que se notaban eran rápidos y los quería expresar rápidamente (recordemos que no se cuenta con tiempo suficiente como para conversar con el médico). Mi carácter «apasionado», etc. Eso era todo. No hubo un MRI del cerebro ni nada que comprobara científicamente que yo padecía ese mal. Pero acepté el diagnóstico sin conocer prácticamente nada de esa enfermedad.
Cuando cumplí los 65 años y llegó con ellos el Medicare y no podía continuar yendo a Citrus, me vi obligada a cambiar de psiquiatra; a ella le dije sobre mi supuesto desorden bipolar, lo cual por supuesto dio por sentado, ya que yo se lo informaba. Cuando la visité por tercera vez, ayer 6 de mayo, le pedí que revisara ese diagnóstico, pues no me identificaba como bipolar después de probar con dos pastillas para esa enfermedad que casi me matan, y las suspendí naturalmente. Además había hecho una profunda investigación sobre ese padecimiento y yo no me identificaba con él para nada: jamás he padecido de estados de manías ni profundas depresiones poro las cuales haya habido que ingresarme en un hospital psiquiátrico o haya tenido que faltar a mi trabajo. Tampoco padecía de otros síntomas definitorios del bipolar, enfermedad, por cierto, que se descubre en la adolescencia o juventud. ¿Y a mí me la descubren a los 63 años?
Es cierto que hubo una época anterior a todo esto que visité un psiquiatra, el Dr. Fernando Mata, en Fort Lauderdale. Con él estuve tratándome por unos tres años, yo estaba atravesando un inmenso estrés causado por mi trabajo, me dijo que sufría de mucha ansiedad, para lo cual me medicó acertadamente.
Ahora, con la doctora Diana Glacuum, de amplia experiencia en psiquiatría y excelentes credenciales, espero que se cambie el diagnóstico a uno correcto, si es que padezco de algún mal mental, que honestamente no lo creo. Lo conversamos y decidimos vernos todos los meses por más tiempo para conocerme mejor, dijo y evaluarme correctamente. Espero que cambie el diagnóstico actual, porque decididamente, después repito, de ahondar en esa enfermedad a través de estudios, yo no la padezco. Me cambió los medicamentos, y ahora tomo Effexor y Clonazepam, ninguno para tratar a bipolares, ambos son muy populares y son para la depresión y la ansiedad. Que me diga algún periodista de loso que conozco en Miami, que no vive tomando algún anxiolítico o antidepresivo. Esta es una de las profesiones más estresantes que existen, yo toda la vida me he dedicado a ella y, créanme, deja secuelas.
Tengo muchas cosas más que decir acerca de los errados diagnósticos psiquiátricos, pero es innecesario, si a algún lector o lectora le interesa, puede leer The Illusions of Psychiatry o sencillamente que investigue sobre el creciente movimiento que hay en contra de la ética psiquiátrica, los grandes intereses de las compañías farmacéuticas y los diagnósticos lanzados. Mucho para pensar.