Hermana vejez

Emmanuelle Riva interpreta a Anne en la película Amour. El filme, de Michael Haneke, ganó el primer premio del festival de Cannes. Trata, en pocas palabras, del amor en la vejez. El coprotagonista es Jean-Louis Trintignant.
Emmanuelle Riva interpreta a Anne en la película Amour. El filme, de Michael Haneke, ganó el primer premio del festival de Cannes. Trata, en pocas palabras, del amor en la vejez. El coprotagonista es Jean-Louis Trintignant.

A los que pertenecemos a la generación de la posguerra –los nacidos entre 1946 y1964–, su nombre en ingles, baby boomers, siempre nos hace sentir algo más jóvenes, sólo por la palabra baby, supongo. Por lo menos eso me pasa a mí; pero además, el término conlleva un contenido cultural sin precedentes con el cual, los que vivimos en Estados Unidos nos identificamos de inmediato: los Beatles nos inflaban el pecho con un nuevo significado de la música y su contenido, que hicimos nuestro y nos cambió la visión del mundo; la desastrosa Guerra en Viet Nam, que vivimos a pulso, nos unió a muchos desconocidos que hicimos de la protesta una razón de reunirnos casi todos los días en la fuente de Washington Square, en el Village neoyorquino: yo faltaba a la escuela superior con tal de estar allí donde los jóvenes tocaban la guitarra y cantaban y celebraban su rebeldía. Los 60 fue también, o más que nada, cuando surgió la histórica revolución sexual, que transformaría la sociedad para siempre y dentro de la cual se insertaba con creciente fuerza el feminismo. Yo, que no estaba aún en la universidad, desconocía la obra de las gigantescas Betty Friedan y Simone de Beauvoir. Más tarde las conocería muy bien, además de las otras mujeres que iban surgiendo en ese gran movimiento que fue el feminismo nacido en los 60.

¡Cómo han pasado los años! Resulta que esta generación a la que pertenezco ha llegado a la tercera edad: somos senior citizens, pero resulta muy interesante, que dada nuestra historia, que transformó radicalmente la sociedad de Estados Unidos; las experiencias que nos marcaron para siempre, que somos “ancianos” muy diferentes a los de las generaciones que nos preceden. Lo han constatado estudios tras estudios, que nuestra contracultura perdura de alguna forma. Y llegó la hora de retirarnos y decenas de miles llenan las comunidades independientes construidas para ancianos retirados, o los Assisted Living Facilities (ALF), ), lugares que proporcionan alojamiento, comidas, servicios de cuidado personal y de apoyo a las personas mayores y los adultos con discapacidad que no pueden vivir de forma independiente.

Buscando en Internet sobre estos lugares buscando uno, me tuve que reír cuando descubrí la cantidad de ellos que tienen el nombre de Baby Boomers, o que dejan en claro que el ambiente que se vive en ellos es de personas de esa generación. Sí, somos viejos culturalmente diferentes a los de antes.

Y heme aquí, que hace dos semanas me mudé para un ALF, mi nueva comunidad de ancianos y discapacitados ubicada en un edificio muy agradable en Miami. Hay cientos de pacientes. Decidí venir a vivir a un lugar como éste porque no podía imaginarme montando y decorando de nuevo un apartamento. Ya estuvo bien. No tengo fuerzas. Se acabó. Ligera de equipaje y contenta ocupo un cuarto en un asilo de ancianos acompañada de unos 400 compañeros de viaje, solos/as, como yo. Apenas hay baby boomers aquí, la inmensa mayoría son de la generación precedente o incluso más lejana y casi todos son cubanos. Así que la biculturalidad cubanoamericana que me define goza de buena salud en este hermoso nuevo hogar.

Tengo 65 años, padezco de una artritis crónica, sobre todo en la espalda, fibromialgia y estoy border line con la diabetes. Pero me encuentro feliz porque he perdido bastante peso, y ya las tallas van siendo más pequeñas.
Tengo la fuerte impresión de que es mi última parada, de aquí me llevarán al cementerio, donde tengo mi nicho ya comprado. Parte del papeleo que uno debe llenar al mudarse para acá es lo concerniente a los deseos del inquilino en su hora de muerte, lo que llaman «living will». De sufrir una enfermedad mortal, ya he expresado que no quiero que me entuben ni resuciten. Tampoco quiero velorio. Quiero que mi cadáver vaya directamente al horno de cremación, y que pongan la cajita de mis cenizas en la capilla del cementerio donde está mi urna, se celebre una misa e inmediatamente se coloquen esas cenizas en mi nicho.

Que yo sepa o imagine, hasta ahora, hay sólo una posibilidad de que esto no suceda así. Que Cuba sea libre, entonces si todavía tengo fuerzas y mi sueño de volver sigue vivo, regreso a mi patria para, después de un tiempo recorriendo la isla, conociendo su paisaje, su arquitectura, sus iglesias, las nuevas generaciones, morir allá, Todo está en manos de Dios. Y todo saldrá bien, aquí o allá, en esta última etapa de mi vida, la hermana vejez.

 

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